Sin embargo, me gustaría cuestionar -a pesar de que no celebro Jalogüin, ni nada de eso- ¿Por qué es que nuestros niños no pueden relacionarse con las tradiciones de otras culturas, sin desdeñar la nuestra? Y ¿Qué es nuestra cultura? Acaso ¿Sólo el tamunangue, el joropo, o las metras son símbolo de quienes somos? ¿Seguimos siendo las mismas, los mismos de hace tan sólo instantes? ¿Es nuestra cultura mejor? Los nacionalismos piches no terminan bien, la historia lo demuestra.
Estoy de acuerdo con que la célula fundamental de la sociedad es la cultura y no así la familia como se nos insiste desde infantes. Pero vuelvo a preguntar ¿Por qué es mejor enseñar a elaborar un pesebre, con todas las implicaciones religiosas-patriarcales que conlleva, a adornar un árbol?
Es verdad, acá en Venezuela no hay invierno en forma de copos, tampoco gordos con trajes rojos, ni chimeneas, pero tampoco vírgenes pariendo a la buena de un ángel, ni pureza joropera (éste ritmo viene de la madrastra patria), ni nada originalmente original.
La cultura de la guerra en sus diferentes manifestaciones, bien sea cultural a través de su industria y la mediática internacional, política (el juego de ajedrez del "quitipon" de piezas a conveniencia), social (la marginación), y un laaaargo etcétera, esa cultura es la combatible: McDonalds, Juegos de video de invasión y mercenarios, los cuerpos anoréxicos de las Barbies; a esas manifestaciones las peleo a muerte.
Y si, todo comporta ideas, por lo tanto cada vez que emitimos una opinión, seleccionamos éste o aquel producto, o sembramos, estamos criando.
Yo, quiero no dar por cierto todo lo que hago, todo lo que pienso, prefiero dudar sobre cada una de las ideas que considero "propias", elevar la libertad entre mis manos y echarla a volar, mientras veo cómo educo, o me educa, ese ser que traigo al camino.
Ideología e infancia
"Con mis hijos no te metas", fue la frase acuñada por
la oposición venezolana cuando protestaron una supuesta ideologización de la infancia venezolana. Lo hicieron amparados en la
falsa creencia de que en la sociedad capitalista “democrática” no se impone una
ideología, sin advertir que ella está impregnada por un sistema de valores, creencias y representaciones, que preserva,
justifica y oculta la explotación y opresión.
Y sin advertir que sus hijos(as), a quienes defendían de la “ideologización”, son
quienes más indefensos están ante el permanente influjo del más agresivo
aparato ideologizante que exista: los medios de comunicación contemporáneos,
donde tiene un lugar privilegiado la programación destinada a niños y niñas.
Comiquitas que transcurren en regímenes
monárquicos donde reyes, princesas, plebeyos y plebeyas, todos(as) blancos(as)
y rubios(as), viven felices y armónicamente, sólo amenazados por una maldad
siempre proveniente de otros reinos. Programas donde niños(as) estadounidenses van
por el mundo luchando contra la maldad de otros lugares y ayudando a la pobre
gente que vive en esos tristes sitios. Personajes heroicos que solucionan los
problemas con súper poderes de fuerza física y violenta, que jamás recurren al
diálogo antes de activar su poderío: el
malo es malo y lo único que puede hacerse con él es atacarlo; superhéroes
todopoderosos y justicieros con trajes que encubren la bandera estadounidense y
donde los malos siempre son rusos o árabes o negros o latinos, y cuando son
gringos es porque son psicópatas, es decir, que no son parte del sistema sino
excepciones malsanas convenientemente suprimidas. Publicidad de juguetes y
chucherías, con la que se condicionan los futuros consumistas, en la cual la
diversión y la dicha sólo se obtienen con determinados juguetes, chucherías y
refrescos. Relatos donde los niños celebran fiestas tradicionales entre pinos y
nieve, conejos de pascua, renos y trineos, pavos de acción de gracias,
calabazas y brujas nórdicas, en contextos humanos coloridos y ordenados que
hacen lucir la propia realidad como opaca y opresiva.
Bajo este poderoso arsenal ideológico viven expuestos
nuestros(as) hijos(as), y todavía hay adultos(as) que creen que sólo se trata
de inocentes productos culturales destinados a su sano y libre entretenimiento.
Mientras tanto, el capitalismo colonizador continúa garantizando sus futuros consumistas,
continuadores(as) y defensores(as) del sistema aquí en nuestra tierra.
Eduardo Viloria Daboín
olivude@gmail.com
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