Los héroes (frag.)
Por Thomas Carlyle (Escocia)
El árbol de
Igdrásil florece y se marchita por sus propias leyes, demasiado profundas para
que las escrutemos. Y, no obstante, florece y se marchita, y cada una de sus
ramas y cada una de sus hojas están allí por leyes fijas y eternas; pero nunca
falta un Thomas Lucy que llegue a la hora señalada y convenida. Cosa curiosa e
insuficientemente considerada: como todas las cosas cooperan con el todo, sin
que ni una hoja desprendida del árbol y pudriéndose por los senderos deje de
formar indisoluble parte de los sistema solar y estelario, no hay tampoco
pensamiento, palabra ni humana acción que no provenga de todos los demás
hombres y que no trabaje influyendo más o menos tarde, de un modo conocido o
desconocidamente, sobre los demás hombres. Podemos comparar la cosa a un árbol:
la circulación de la savia y demás influencias, la mutua combinación de la hoja
más indiferente con la fibra más íntima de una raíz con todas y cada una de las
demás partes grandes y pequeñas del todo. El árbol Igdrásil tiene sus raíces en
lo más profundo de los reinos de Hela y de la Muerte, y extiende sus ramas
levantándolas a lo alto del cielo.
La piedra alada
Por José Watanabe (Perú)
El pelícano,
herido, se alejó del mar
y vino a morir
sobre esta
breve piedra del desierto.
Buscó,
durante algunos
días, una dignidad
para su postura
final:
acabó como el
bello movimiento congelado
de una danza.
Su carne
todavía agónica
empezó a ser
devorada por prolijas alimañas, y sus
huesos
blancos y leves
resbalaron y se
dispersaron en la arena.
Extrañamente
en el lomo de
la piedra persistió una de sus alas,
sus gelatinosos
tendones se secaron
y se adhirieron
a la piedra
como si fuera
un cuerpo.
Durante varios
días
el viento
marino
batió
inútilmente el ala, batió sin entender
que podemos
imaginar un ave, la más bella,
pero no hacerla
volar.
Humanidad
Por Delfín Prats (Cuba)
Hay
un lugar llamado humanidad
un
bosque húmedo después de la tormenta
donde
abandona el sol los ruidosos colores del combate
una
fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo
que
va al campo montada en un borrico
hay
un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta
por la época nueva de la siembra
e
inventa una estación distinta para el canto
una
necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta
las más sencillas
lavarse
en las mañanas mecer al niño cuando llora
o
clavetear la caja del abuelo
sonreír
cuando alguien nos pregunta
el
porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar
al bosque por leña para avivar el fuego
hay
un lugar sereno un recobrado y dulce lugar llamado humanidad
3 y 5
Por José Emilio
Pacheco
(México)
Todas
las tardes a las tres y cinco
llega
hasta el patio un pájaro
¿Qué
busca? Nadie lo sabe
No
alimento: rehúsa
cualquier
migaja
Ni
apareamiento
está
siempre solo.
Tal
vez por la simple inercia de contemplarnos
siempre
sentados a las misma hora,
poco
a poco se ha vuelto como nosotros
animalito de
costumbres.
#PoetasVenezolanas @PoetasVEN
«¿Quién podría
mentir en esta hora
diáfana y tierna
frágil como la vida de un pájaro?»
—Lilia Borjas
«Erguidos tallos» (1967)
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