domingo, 16 de julio de 2017

PON 80


Los héroes (frag.)
Por Thomas Carlyle (Escocia)

El árbol de Igdrásil florece y se marchita por sus propias leyes, demasiado profundas para que las escrutemos. Y, no obstante, florece y se marchita, y cada una de sus ramas y cada una de sus hojas están allí por leyes fijas y eternas; pero nunca falta un Thomas Lucy que llegue a la hora señalada y convenida. Cosa curiosa e insuficientemente considerada: como todas las cosas cooperan con el todo, sin que ni una hoja desprendida del árbol y pudriéndose por los senderos deje de formar indisoluble parte de los sistema solar y estelario, no hay tampoco pensamiento, palabra ni humana acción que no provenga de todos los demás hombres y que no trabaje influyendo más o menos tarde, de un modo conocido o desconocidamente, sobre los demás hombres. Podemos comparar la cosa a un árbol: la circulación de la savia y demás influencias, la mutua combinación de la hoja más indiferente con la fibra más íntima de una raíz con todas y cada una de las demás partes grandes y pequeñas del todo. El árbol Igdrásil tiene sus raíces en lo más profundo de los reinos de Hela y de la Muerte, y extiende sus ramas levantándolas a lo alto del cielo.



La piedra alada
Por José Watanabe (Perú)

El pelícano, herido, se alejó del mar 
y vino a morir
sobre esta breve piedra del desierto. 
Buscó,
durante algunos días, una dignidad  
para su postura final: 
acabó como el bello movimiento congelado 
de una danza.
Su carne todavía agónica      
empezó a ser devorada por prolijas alimañas, y sus 
huesos
blancos y leves          
resbalaron y se dispersaron en la arena.        
Extrañamente
en el lomo de la piedra persistió una de sus alas,     
sus gelatinosos tendones se secaron 
y se adhirieron           
a la piedra      
como si fuera un cuerpo.       
Durante varios días   
el viento marino         
batió inútilmente el ala, batió sin entender   
que podemos imaginar un ave, la más bella, 
pero no hacerla volar.

Humanidad
Por Delfín Prats (Cuba)

Hay un lugar llamado humanidad
un bosque húmedo después de la tormenta
donde abandona el sol los ruidosos colores del combate
una fuente un arroyo una mañana abierta desde el pueblo
que va al campo montada en un borrico
hay un amor distinto un rostro que nos mira de cerca
pregunta por la época nueva de la siembra
e inventa una estación distinta para el canto
una necesidad de hacer todas las cosas nuevamente
hasta las más sencillas
lavarse en las mañanas mecer al niño cuando llora
o clavetear la caja del abuelo
sonreír cuando alguien nos pregunta
el porqué de la pobreza del verano y sin hablar
marchar al bosque por leña para avivar el fuego
hay un lugar sereno un recobrado y dulce lugar llamado humanidad

3 y 5
Por José Emilio Pacheco (México)

Todas las tardes a las tres y cinco
llega hasta el patio un pájaro
¿Qué busca? Nadie lo sabe
No alimento: rehúsa
cualquier migaja
Ni apareamiento
está siempre solo.
Tal vez por la simple inercia de contemplarnos
siempre sentados a las misma hora,
poco a poco se ha vuelto como nosotros
                           animalito de costumbres.

#PoetasVenezolanas‏ @PoetasVEN

 «¿Quién podría mentir en esta hora
diáfana y tierna
frágil como la vida de un pájaro?»

—Lilia Borjas
«Erguidos tallos» (1967)



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