Por Mundia Magdaleno
De la muerte le duele no poder hablar
después de muerta. Hablar como una salvaje de lo que le viene en
gana, de comenzar cuando quiere, de inventarse un día para morir al
otro y renacer cuando la hoja de enfrente se abra ardorosa a la
palabra. Hablar para decir escribir. No quiere simular la muerte ni
una vida profunda. Quiere escribir como el niño quiere la teta. Sin
mediocridad. La quiere plena y redonda, cuando la quiere. Toda.
Quiere escribir y escribir duele. Quiere doler. Comienza como el año,
desértica, crucifija. Comienza como el año a precio de moneda verde
y mohosa, escurridiza. Comienza el año y el destete. Doloroso. La
muerte le arranca de la boca la o oscura la leche la piel. De la
muerte le duelen los vivos los retratos rotos oxidados los retratos
en el espejo el espejo en el que está otra. “El que está dentro
del espejo siempre podrá declarar que quien está dentro del espejo
es el otro” (*). Ella. Yo. Rota. Comienza la herida a ser herida.
De nuevo. Una herida que se pare a sí misma. Comienza el año y de
la grieta asoma la frente la flor de manzanilla. De la muerte nos
duele lo que no se ha dicho. Y quiero decir. Decir que decirlo todo
es entramparlo todo, decir que no todo está dicho y que los días se
desnudan frente a mi lengua como el corazón de la flor al colibrí.
De la muerte no saber nada y querer saberlo todo, el miedo de no
poder regresar, la honesta sensación de no querer hacerlo. No es la
única mujer que guarda en una caja los poemas para cuando el amor la
encuentre, estará meciendo sus cabellos la marea, el mar, y llegará
el amor en una ola. Sabrá donde guarda cada palabra el amor. Se
sentará sobre ella y hará de sus cabellos el nido, para morir y
volver a morir en cada patada que da forma a la mecedora. De la
muerte le duele haber besado al amor, porque el mundo sólo se da una
vez. Comienza el año y en las hojas de plátano escribo para ella
el color de su muerte: lavanda. De la muerte le duele no poder hablar
después de muerta. De la muerte la solidez. Quiere una muerte
líquida, que se derrame por el pecho del amante. Una muerte que
remonte los techos del pueblo. Muerte bruja. Comienza el año y
vuelve sobre mi techo la criatura y su lengua en el espejo. De la
muerte esta muerta, su muerte, la suerte. De la muerte, esta vida, el
comienzo. Mundia.
Caracas, 11
de enero de 2017
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