Yo no soy ni de cerca
Michelle Robinson (#JeNeSuisMichelle). Ni yo, ni usted, mucho menos
ésa mujer: que siendo afrodescendiente y también abogada y que como
Michelle se estira cada uno de los cabellos que la negritud le
heredó, no es ni de lejos Michelle Obama. Convengamos: a cualquier
mujer exitosa le faltaría marketing (y le sobrarían muchas horas
frente a la TV) para parecérsele a Michelle. Se calcula que la
popularidad de Michelle antes de abandonar la Casa Blanca, rondaba el
65%, diez puntos por encima del marido. Ni una mujer exitosa ni las
parias decretadas por el sistema: aquella transgénero no será como
Michelle, ni caminaría con Michelle (retratada en pancartas) en la
#WomensMarch. No lo podrán ser las mujeres en resistencia contra el
Estado islámico (financiado por EE.UU.) en Kurdistán. Las mujeres
muertas en Ciudad Juárez en manos del narcotráfico (que alimenta a
EE.UU.) tampoco. Las pobres pobrísimas, las mujeres con
discapacidad, la mujeres prostituidas, las verdaderamente
afroamericanas, nunca serán como Michelle. Ángela Davis, tú no
eres como Michelle. Hillary se parece más a Michelle, aunque
Michelle es menos honesta. Digamos que hasta la bestia de Trump es
más sincero, pero igual de blanco: blanquísimo.
Michelle es falsa, una
publicidad engañosa.
A Michelle un séquito
de hombres uniformados la custodiaron durante ocho años en cada
paso, sobre cada palabra. Mientras su marido aprobaba el bombardeo
contra los hijos y las hijas de las mujeres en Siria, le abría la
puerta a Michelle frente a las cámaras, le besaba la mano, la
bailaba, la miraba enamorado ¡Qué caballero que es el marido de
Michelle! ¡Con qué swing se menea! ¡Qué afortunada es Michelle!
Una “verdadera” historia de amor producida al mejor estilo de
Hollywood. Michelle sembraba una huerta detrás de su castillo a la
vez que, a cada hora durante un año, su marido dejaba caer dos coma
nueve bombas sobre el campo ajeno, en total: setenta bombas por día,
veintiséis mil ciento setenta y una sólo en 2016. Ha sido Michelle
una buena madre, han crecido sus hijas como no han podido crecer
Galip, ni Aylan Kurdi, hermanos sirios que murieron ahogados en las
playas de Turquía, tratando de escapar junto a sus padres de las
bombas que arrojó el marido de Michelle sobre su territorio.
Mientras el marido encantaba al mundo echando un pie -hecho el
pendejo- vendió más armas que cualquiera desde la segunda guerra
mundial. Vendía armas para la guerra y Michelle se preocupaba por
los niños asediados por la violencia en su país. Michelle, que
cursó Estudios Afroamericanos en Princeton, no se percató de que
durante la gestión de su marido creció la represión de las
autoridades contra la población negra en EE.UU. ¡Mira cómo baila
Michelle, una máquina para la propaganda! Su mensaje sobre la
educación para las niñas se coló como agua entre los dedos, y
mientras pedía la incorporación de varios países a su campaña, la
administración de su marido ganaba 265.471 millones de dólares por
la venta de armas de guerra ¿Qué niña puede estudiar en situación
de guerra, si las mujeres son el blanco principal durante las
guerras? ¿por qué no destinó parte de ese dinero para generar
estrategias reales y hacer efectiva la incorporación de las niñas
al sistema educativo? Michelle lavaba la cara al trabajo sucio del
compañero. El marido de Michelle, el también premio nóbel de la
paz, se declaró feminista justo cuando su secretaria de Estado era
catapultada por el partido como candidata a la presidencia. Para él,
el feminismo tuvo que ver con tener iguales oportunidades, es decir
con que una mujer como Hillary pudiera tener en sus manos (todavía
más) el poder de matar, y Michelle se echó al hombro la campaña de
la Clinton. Michelle es el lado blando, la celebrity con la que
aceitar la máquina.
Para ser mujer no sólo
hay que nacer con vagina. Y para ser feminista no es suficiente
“nacer” mujer.
#WomensMarch
Marchar contra Trump ha
de ser un acto lógico para cualquiera que se precie -cuando menos-
de progresista. Pero ¿quiénes marchan? Y sobre todo ¿quiénes
financian la marcha? Según el New York Times (*), uno de los
principales patrocinadores ha sido George Soros, quien subvenciona
por lo menos a 56 organizaciones participantes en la multitudinaria
marcha anti Trump en Washington, el también financista más fuerte
de la campaña de Clinton.
George Soros,
especulador de profesión ha hecho su fortuna atacando con monedas
falsas. Anticomunista confeso e inversor de Organizaciones no
gubernamentales desde las cuales desestabiliza gobiernos incómodos a
los intereses del Capital internacional, es también aliado de la
CIA.
Lo mismo que usan a
Michelle (y ella se deja usar) para lavarse las manos después de
bombardear, prostituyen la idea del feminismo para deshacerse de un
misógino sí, pero para volver sobre la silla a los mismos hombres
para matar a mujeres en Siria, Yemen, Libia, Pakistán, Afganistán,
o a donde dirijan la mira en nombre de la libertad.
Eso sí, son hombres
capaces de rodearse de mujeres, de dejarse “mandonear” en
público, y hasta de ser negros.
#JeNeSuisMichelle. Y
Michelle tampoco es Michelle.
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