martes, 24 de enero de 2017

Gastronauta 104: #JeNeSuisMichelle


Yo no soy ni de cerca Michelle Robinson (#JeNeSuisMichelle). Ni yo, ni usted, mucho menos ésa mujer: que siendo afrodescendiente y también abogada y que como Michelle se estira cada uno de los cabellos que la negritud le heredó, no es ni de lejos Michelle Obama. Convengamos: a cualquier mujer exitosa le faltaría marketing (y le sobrarían muchas horas frente a la TV) para parecérsele a Michelle. Se calcula que la popularidad de Michelle antes de abandonar la Casa Blanca, rondaba el 65%, diez puntos por encima del marido. Ni una mujer exitosa ni las parias decretadas por el sistema: aquella transgénero no será como Michelle, ni caminaría con Michelle (retratada en pancartas) en la #WomensMarch. No lo podrán ser las mujeres en resistencia contra el Estado islámico (financiado por EE.UU.) en Kurdistán. Las mujeres muertas en Ciudad Juárez en manos del narcotráfico (que alimenta a EE.UU.) tampoco. Las pobres pobrísimas, las mujeres con discapacidad, la mujeres prostituidas, las verdaderamente afroamericanas, nunca serán como Michelle. Ángela Davis, tú no eres como Michelle. Hillary se parece más a Michelle, aunque Michelle es menos honesta. Digamos que hasta la bestia de Trump es más sincero, pero igual de blanco: blanquísimo.
Michelle es falsa, una publicidad engañosa.

A Michelle un séquito de hombres uniformados la custodiaron durante ocho años en cada paso, sobre cada palabra. Mientras su marido aprobaba el bombardeo contra los hijos y las hijas de las mujeres en Siria, le abría la puerta a Michelle frente a las cámaras, le besaba la mano, la bailaba, la miraba enamorado ¡Qué caballero que es el marido de Michelle! ¡Con qué swing se menea! ¡Qué afortunada es Michelle! Una “verdadera” historia de amor producida al mejor estilo de Hollywood. Michelle sembraba una huerta detrás de su castillo a la vez que, a cada hora durante un año, su marido dejaba caer dos coma nueve bombas sobre el campo ajeno, en total: setenta bombas por día, veintiséis mil ciento setenta y una sólo en 2016. Ha sido Michelle una buena madre, han crecido sus hijas como no han podido crecer Galip, ni Aylan Kurdi, hermanos sirios que murieron ahogados en las playas de Turquía, tratando de escapar junto a sus padres de las bombas que arrojó el marido de Michelle sobre su territorio. Mientras el marido encantaba al mundo echando un pie -hecho el pendejo- vendió más armas que cualquiera desde la segunda guerra mundial. Vendía armas para la guerra y Michelle se preocupaba por los niños asediados por la violencia en su país. Michelle, que cursó Estudios Afroamericanos en Princeton, no se percató de que durante la gestión de su marido creció la represión de las autoridades contra la población negra en EE.UU. ¡Mira cómo baila Michelle, una máquina para la propaganda! Su mensaje sobre la educación para las niñas se coló como agua entre los dedos, y mientras pedía la incorporación de varios países a su campaña, la administración de su marido ganaba 265.471 millones de dólares por la venta de armas de guerra ¿Qué niña puede estudiar en situación de guerra, si las mujeres son el blanco principal durante las guerras? ¿por qué no destinó parte de ese dinero para generar estrategias reales y hacer efectiva la incorporación de las niñas al sistema educativo? Michelle lavaba la cara al trabajo sucio del compañero. El marido de Michelle, el también premio nóbel de la paz, se declaró feminista justo cuando su secretaria de Estado era catapultada por el partido como candidata a la presidencia. Para él, el feminismo tuvo que ver con tener iguales oportunidades, es decir con que una mujer como Hillary pudiera tener en sus manos (todavía más) el poder de matar, y Michelle se echó al hombro la campaña de la Clinton. Michelle es el lado blando, la celebrity con la que aceitar la máquina.
Para ser mujer no sólo hay que nacer con vagina. Y para ser feminista no es suficiente “nacer” mujer.

#WomensMarch
Marchar contra Trump ha de ser un acto lógico para cualquiera que se precie -cuando menos- de progresista. Pero ¿quiénes marchan? Y sobre todo ¿quiénes financian la marcha? Según el New York Times (*), uno de los principales patrocinadores ha sido George Soros, quien subvenciona por lo menos a 56 organizaciones participantes en la multitudinaria marcha anti Trump en Washington, el también financista más fuerte de la campaña de Clinton.
George Soros, especulador de profesión ha hecho su fortuna atacando con monedas falsas. Anticomunista confeso e inversor de Organizaciones no gubernamentales desde las cuales desestabiliza gobiernos incómodos a los intereses del Capital internacional, es también aliado de la CIA.

Lo mismo que usan a Michelle (y ella se deja usar) para lavarse las manos después de bombardear, prostituyen la idea del feminismo para deshacerse de un misógino sí, pero para volver sobre la silla a los mismos hombres para matar a mujeres en Siria, Yemen, Libia, Pakistán, Afganistán, o a donde dirijan la mira en nombre de la libertad.
Eso sí, son hombres capaces de rodearse de mujeres, de dejarse “mandonear” en público, y hasta de ser negros.
#JeNeSuisMichelle. Y Michelle tampoco es Michelle.

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