domingo, 21 de agosto de 2016

PON 39


MENSAJERO
Por Yanuva León (Venezuela)

Ha vuelto de lejos
asustado
la mirada empozada de rigor
contando historias de mujeres ahuecadas
que lloran en cuclillas
tristes abuelas que huelen a tinaja rota

dice que acomodan los cabellos en trenzas grises
esconden el rostro de hondas grietas entre sus manos
se amontonan como gallinas
recogidas tan juntas que una es también la otra
y lloran siguiendo un ritmo de pájaro menudo
de perenne vuelo atormentado
giran a veces en sintonía de océano
sin romper el compás de la danza
para dejarse caer livianas
en el aullido único
que acaricia heridas de la Madre

buscan la palabra que sea comienzo
dice que por todos se lamentan

hoy ha vuelto
cansado
canta profecías
poemas viejos de las abuelas
que lloran desde hace siglos
asegura que yo seré una entre ellas
recogeré mi cabello en trenzas
ocultaré el rostro
animal abatido entre mis manos
me arrimaré al montón
y lloraré en cuclillas
para siempre.


ERA DE LA MADRE (Extr.)
Por Cristina Gálvez (Venezuela)

III
Útero bicorne.
Útero carnero de torcidos cuernos
pasajes del silbido de Pan
a las criaturas danzantes.

Úteros de antenas mariposa
coronado de cerezas
o bien dos frutos
de oscura
profana belladona.

Útero acorazado
serás concha, en que ella
viva
trenzadora del tiempo
acoplada cronellina
buscará su forma
en mi forma salvaje.


S/T
Por Caneo Arguinzonez Herrera (Venezuela)
A mi padre lo entierro vivo
como se hace con los ausentes
Si levanta el puño
¡MUÉRDELO!
A traición
como pica una
víbora
para que vea cómo duele.
Un maldito
así se repite
y la palabra se agranda
con el rechinar de los dientes
Un maldito digo
y se fragmenta en
varios hombres
todos pobres
así tristes
pendejos

Un maldito por tercera vez
y desaparecen

SACERDOTISA
Por Alicia Torres (Venezuela)

A veces juego con la idea de matarte
(después de todo, querido,
nadie es inocente)
y entonces pienso en sacerdotes antiguos
ataviados de oro y lino blanco,
incienso rumbo a los cielos,
la precisión de la obsidiana afilada
en noches de luna menguante,
un pecho al descubierto,
la tensión rápida y certera
de una mano educada para el puñal,
el placer de los dioses,
la satisfacción del deber cumplido.
Y hay orden de nuevo en el mundo,
la lluvia se derrama por los campos,
el viento hincha las velas aqueas
y la tierra es fértil otra vez,
pero entonces tú te acercas, querido,
con los brazos abiertos
y yo sonrío culpable
besándote la garganta,
las muñecas, la sien,
La vida allí, donde late vulnerable.

Trinos:
Mi objeto es la carne: la tersa carne de una mujer en calma”. (Caupolicán Ovalles, entrevistado por Miyó Vestrini).


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