MENSAJERO
Por Yanuva León (Venezuela)
Ha vuelto de lejos
asustado
la mirada empozada de rigor
contando historias de mujeres ahuecadas
que lloran en cuclillas
tristes abuelas que huelen a tinaja rota
dice que acomodan los cabellos en trenzas grises
esconden el rostro de hondas grietas entre sus manos
se amontonan como gallinas
recogidas tan juntas que una es también la otra
y lloran siguiendo un ritmo de pájaro menudo
de perenne vuelo atormentado
giran a veces en sintonía de océano
sin romper el compás de la danza
para dejarse caer livianas
en el aullido único
que acaricia heridas de la Madre
buscan la palabra que sea comienzo
dice que por todos se lamentan
hoy ha vuelto
cansado
canta profecías
poemas viejos de las abuelas
que lloran desde hace siglos
asegura que yo seré una entre ellas
recogeré mi cabello en trenzas
ocultaré el rostro
animal abatido entre mis manos
me arrimaré al montón
y lloraré en cuclillas
para siempre.
ERA DE LA MADRE (Extr.)
Por Cristina
Gálvez (Venezuela)
III
Útero bicorne.
Útero carnero de torcidos cuernos
pasajes del silbido de Pan
a las criaturas danzantes.
Úteros de antenas mariposa
coronado de cerezas
o bien dos frutos
de oscura
profana belladona.
Útero acorazado
serás concha, en que ella
viva
trenzadora del tiempo
acoplada cronellina
buscará su forma
en mi forma salvaje.
S/T
Por Caneo Arguinzonez
Herrera (Venezuela)
A mi padre lo entierro
vivo
como se hace con los
ausentes
Si levanta el puño
¡MUÉRDELO!
A traición
como
pica una
víbora
para que vea
cómo duele.
Un maldito
así se repite
y la palabra se agranda
con el rechinar de los
dientes
Un maldito digo
y se fragmenta
en
varios hombres
todos
pobres
así tristes
pendejos
Un maldito por tercera vez
y desaparecen
SACERDOTISA
Por Alicia Torres (Venezuela)
A veces juego con la idea de
matarte
(después de todo, querido,
nadie es inocente)
y entonces pienso en sacerdotes antiguos
ataviados de oro y lino blanco,
incienso rumbo a los cielos,
la precisión de la obsidiana afilada
en noches de luna menguante,
un pecho al descubierto,
la tensión rápida y certera
de una mano educada para el puñal,
el placer de los dioses,
la satisfacción del deber cumplido.
(después de todo, querido,
nadie es inocente)
y entonces pienso en sacerdotes antiguos
ataviados de oro y lino blanco,
incienso rumbo a los cielos,
la precisión de la obsidiana afilada
en noches de luna menguante,
un pecho al descubierto,
la tensión rápida y certera
de una mano educada para el puñal,
el placer de los dioses,
la satisfacción del deber cumplido.
Y hay orden de nuevo en el mundo,
la lluvia se derrama por los campos,
el viento hincha las velas aqueas
y la tierra es fértil otra vez,
pero entonces tú te acercas, querido,
con los brazos abiertos
y yo sonrío culpable
besándote la garganta,
las muñecas, la sien,
La vida allí, donde late vulnerable.
Trinos:
“Mi objeto es la carne: la tersa carne de una
mujer en calma”. (Caupolicán Ovalles, entrevistado por Miyó
Vestrini).
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