viernes, 26 de agosto de 2016

Gastronauta 95: BOICOT AL PAN


¿Por qué hay colas en las panaderías? ¿Las filas se forman primero en la cabeza, y después en las aceras, o al revés? ¿Por qué sigue faltando el pan, si el trigo ya está con nosotros? ¿Por qué si en Julio ingresó al país 110 mil toneladas del cereal, y el consumo histórico es de 75 mil, los comerciantes del pan se siguen quejando de la ausencia de materia prima para elaborar sus productos? ¿Usted sabía que Polar (Monaca) y Cargill reciben la mayor parte de la carga del trigo que surte a las 10.500 panaderías que atraviesan Venezuela? ¿Esto no le dice nada? Entonces, mejor no siga leyendo.

El trigo con el que se hace el pan en Venezuela es importado. Lo importa el Estado, quien a través de la Superintendencia Nacional de Gestión Alimentaria (Sunagro), lo entrega a las procesadoras, todas privadas. Son 7 los intermediarios entre el Estado y las panaderías, de los cuales Polar y Cargill son los principales.
El Estado expende el trigo que debe estar regulado en 8 mil Bolívares cada saco, que a su vez contiene 45 kilos. Es decir, cada kilo de harina de trigo estaría por el orden de los 177,8 Bolívares.
Pero en cuánto le venden una canilla al pueblo. El precio varía de acuerdo a la zona, desde los 180 hasta los 370. Y, ¿cuánta harina de trigo se necesita para hacer una canilla? Una baguette casera lleva al menos una taza de harina de trigo, que equivale a 110 gramos del cereal. Con una simple ecuación podríamos determinar que de un kilo de harina, un panadero pudiera elaborar unas diez canillas, al menos, o unas 450 de un saco de harina.
En la panadería que está cerca de casa, el precio del pan de kilo está en 1.200 Bolívares, el campesino (un poco más grande que una canilla en 850, el francés a 150 cada uno, el dulce a 250 (de a bollo), el de queso a 1.000, y así. Casi no expenden canillas, porque según los dueños de la panadería no le ven el queso a la tostada. La estructura de costo debe contemplar (además de los pagos de los panaderos, el local, los servicios, las bolsas) otros ingredientes, como sal, azúcar, levadura, mantequilla, huevo. Establecen horarios en los cuales venden un número y no más de panes salados. Entonces, las filas salen del establecimiento y cruzan calles y avenidas.
Sunagro ha anunciado que pretenden regular el uso de la harina a 90% pan salado y el resto entre dulces y otras preparaciones. Además, que tienen en inventario 230 mil toneladas más de harina de trigo. Si acaso el anuncio más importante: deja en manos de mecanismos del Estado la distribución del trigo a las 10.500 panaderías en todo el territorio, a través de mesas de trabajo con las gobernaciones. Las mesas a las que convocaron a los siete grandes conglomerados no prosperaron, porque simplemente no se presentaron.

Los panaderos se quejan de que les venden el trigo, de a poco, y a muy elevados precios ¿A quién le reclaman? ¿Al gobierno que financia a los distribuidores, o a los distribuidores?
El gobierno expende el trigo a los distribuidores a precios de subsidio, casi al cien por ciento, y dependiendo del movimiento de la materia prima (que conocen a través de un sistema automatizado), distribuyen el trigo que ingresa al país. Las instituciones públicas señalan a empresas como Monaca de trampear las máquinas y los mecanismos de manipulación de la materia prima, para desviarla a subproductos, no regulados.
La principal causa del aumento del consumo del trigo tiene que ver con la falta de la harina de maíz, de la que sacan hasta jabón, en una larga lista de subproductos derivados del cereal. En el caso del maíz amarillo -por ejemplo- que es de uso animal, lo emplean (pasándose la permisología por la raja trasera) para elaborar la masa de cachapas, siendo que no cumple con los estándares para el consumo humano. La única pregunta que cabe en una acción como esta, no es qué hace la empresa privada para ganar más dinero a costa de la salud pública, sino por qué el Estado no termina de exponer a Polar al escarnio que se merece y luego a la justicia. Una de inmediato se pregunta ¿por qué y para qué se asocia con Polar al hacerlo parte del Consejo nacional productivo?
Más que a los comerciantes, el penúltimo eslabón de la cadena (el último es el consumidor), deberíamos presionar a monopolios como Polar y Cargill, que en este preciso caso han inventado la trampa para hacer lo que les viene en gana: no comprar sus productos y exponer sus formas de hacer negocio con la necesidad del pueblo.

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Otra cosa que no hay que pasar por alto es que para conservar productos como el trigo y el maíz, los niveles de alquitrán rayan en lo tóxico, por lo que el consumo de estos cereales se hace cada vez más peligroso, y la maquinaria comunicacional nos ha hecho creer que hacer harinas de otros alimentos es, sino difícil, imposible.
Es decir que cualquier mecanismo que “democratice” la distribución no alcanza para garantizar la salubridad de la materia prima. Y lo más democrático sería diversificar la propuesta de harinas para la elaboración de nuestros platos, que pasa por cambiar los patrones alimentarios y nutricionales.

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Ahora bien, el pueblo organizado se plantea dejar de comprar algunos rubros durante un tiempo determinado, con el objetivo de exigir a los empresarios reajustar el costo de los alimentos. En el caso del pan, proponen el boicot desde el 1 de septiembre hasta el 7 del mismo mes.
En un sondeo virtual hecho por el Diario Ciudad Caracas, 78% de los encuestados estuvo de acuerdo en que al dejar de comprar ciertos productos, el comerciante se ve obligado a bajar los precios.
El consumo del pan puede sustituirse con tubérculos como la yuca, la papa, la batata o verduras como la auyama, el plátano. Y la mejor de las verduras, el mejor de los vegetales, es el que se compra directamente al productor, pero el más divino es el que una misma siembra.

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