¿Por qué hay colas en
las panaderías? ¿Las filas se forman primero en la cabeza, y
después en las aceras, o al revés? ¿Por qué sigue faltando el
pan, si el trigo ya está con nosotros? ¿Por qué si en Julio
ingresó al país 110 mil toneladas del cereal, y el consumo
histórico es de 75 mil, los comerciantes del pan se siguen quejando
de la ausencia de materia prima para elaborar sus productos? ¿Usted
sabía que Polar (Monaca) y Cargill reciben la mayor parte de la
carga del trigo que surte a las 10.500 panaderías que atraviesan
Venezuela? ¿Esto no le dice nada? Entonces, mejor no siga leyendo.
El trigo con el que se
hace el pan en Venezuela es importado. Lo importa el Estado, quien a
través de la Superintendencia Nacional de Gestión Alimentaria
(Sunagro), lo entrega a las procesadoras, todas privadas. Son 7 los
intermediarios entre el Estado y las panaderías, de los cuales Polar
y Cargill son los principales.
El Estado expende el
trigo que debe estar regulado en 8 mil Bolívares cada saco, que a su
vez contiene 45 kilos. Es decir, cada kilo de harina de trigo estaría
por el orden de los 177,8 Bolívares.
Pero en cuánto le
venden una canilla al pueblo. El precio varía de acuerdo a la zona,
desde los 180 hasta los 370. Y, ¿cuánta harina de trigo se necesita
para hacer una canilla? Una baguette casera lleva al menos una taza
de harina de trigo, que equivale a 110 gramos del cereal. Con una
simple ecuación podríamos determinar que de un kilo de harina, un
panadero pudiera elaborar unas diez canillas, al menos, o unas 450 de
un saco de harina.
En la panadería que
está cerca de casa, el precio del pan de kilo está en 1.200
Bolívares, el campesino (un poco más grande que una canilla en 850,
el francés a 150 cada uno, el dulce a 250 (de a bollo), el de queso
a 1.000, y así. Casi no expenden canillas, porque según los dueños
de la panadería no le ven el queso a la tostada. La estructura de
costo debe contemplar (además de los pagos de los panaderos, el
local, los servicios, las bolsas) otros ingredientes, como sal,
azúcar, levadura, mantequilla, huevo. Establecen horarios en los
cuales venden un número y no más de panes salados. Entonces, las
filas salen del establecimiento y cruzan calles y avenidas.
Sunagro ha anunciado
que pretenden regular el uso de la harina a 90% pan salado y el resto
entre dulces y otras preparaciones. Además, que tienen en inventario
230 mil toneladas más de harina de trigo. Si acaso el anuncio más
importante: deja en manos de mecanismos del Estado la distribución
del trigo a las 10.500 panaderías en todo el territorio, a través
de mesas de trabajo con las gobernaciones. Las mesas a las que
convocaron a los siete grandes conglomerados no prosperaron, porque
simplemente no se presentaron.
Los panaderos se quejan
de que les venden el trigo, de a poco, y a muy elevados precios ¿A
quién le reclaman? ¿Al gobierno que financia a los distribuidores,
o a los distribuidores?
El gobierno expende el
trigo a los distribuidores a precios de subsidio, casi al cien por
ciento, y dependiendo del movimiento de la materia prima (que conocen
a través de un sistema automatizado), distribuyen el trigo que
ingresa al país. Las instituciones públicas señalan a empresas
como Monaca de trampear las máquinas y los mecanismos de
manipulación de la materia prima, para desviarla a subproductos, no
regulados.
La principal causa del
aumento del consumo del trigo tiene que ver con la falta de la harina
de maíz, de la que sacan hasta jabón, en una larga lista de
subproductos derivados del cereal. En el caso del maíz amarillo -por
ejemplo- que es de uso animal, lo emplean (pasándose la permisología
por la raja trasera) para elaborar la masa de cachapas, siendo que no
cumple con los estándares para el consumo humano. La única pregunta
que cabe en una acción como esta, no es qué hace la empresa privada
para ganar más dinero a costa de la salud pública, sino por qué el
Estado no termina de exponer a Polar al escarnio que se merece y
luego a la justicia. Una de inmediato se pregunta ¿por qué y para
qué se asocia con Polar al hacerlo parte del Consejo nacional
productivo?
Más que a los
comerciantes, el penúltimo eslabón de la cadena (el último es el
consumidor), deberíamos presionar a monopolios como Polar y Cargill,
que en este preciso caso han inventado la trampa para hacer lo que
les viene en gana: no comprar sus productos y exponer sus formas de
hacer negocio con la necesidad del pueblo.
**
Otra cosa que no hay
que pasar por alto es que para conservar productos como el trigo y el
maíz, los niveles de alquitrán rayan en lo tóxico, por lo que el
consumo de estos cereales se hace cada vez más peligroso, y la
maquinaria comunicacional nos ha hecho creer que hacer harinas de
otros alimentos es, sino difícil, imposible.
Es decir que cualquier
mecanismo que “democratice” la distribución no alcanza para
garantizar la salubridad de la materia prima. Y lo más democrático
sería diversificar la propuesta de harinas para la elaboración de
nuestros platos, que pasa por cambiar los patrones alimentarios y
nutricionales.
***
Ahora bien, el pueblo
organizado se plantea dejar de comprar algunos rubros durante un
tiempo determinado, con el objetivo de exigir a los empresarios
reajustar el costo de los alimentos. En el caso del pan, proponen
el boicot desde el 1 de septiembre hasta el 7 del mismo mes.
En un sondeo virtual
hecho por el Diario Ciudad Caracas, 78% de los encuestados estuvo de
acuerdo en que al dejar de comprar ciertos productos, el comerciante
se ve obligado a bajar los precios.
El consumo del pan
puede sustituirse con tubérculos como la yuca, la papa, la batata o
verduras como la auyama, el plátano. Y la mejor de las verduras, el
mejor de los vegetales, es el que se compra directamente al
productor, pero el más divino es el que una misma siembra.
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