“El
sueño de la razón engendra monstruos”
Goya
Por Indira Carpio
Olivo
En una tesis inédita
de 1998 del Trinity College, en Dublin, Jenny E. Holland sostuvo que
Frankenstein (1817), “la historia del hombre que crea la vida es
(una) crítica alegórica a la ciencia que se apoderó del papel de
la partera, cosa que ocurrió durante el siglo XIX, con la rápida
expansión de la ciencia médica”.
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Añadiría Freud
(quien nunca apostó por el feminismo) en una de sus divagaciones
sobre las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres que
algunos niños incluso experimentaban “envidia del útero”.
Se
trata del mismo Freud que luego diría que el clítoris era un
elemento masculino de la sexualidad femenina.
“La eliminación
de sexualidad clitoriana es una precondición necesaria para el
desarrollo de la feminidad”, escribió el padre del psicoanálisis.
De esta mutilación
psicológica a la mutilación genital no hay mucho trecho.
En
algunas comunidades del continente madre, algunas tribus
africanas, creen que tanto hombre como mujer nacen con dos almas, una
femenina y otra masculina. Por esta razón la mujer debe recurrir a
la ablación, (la amputación del clítoris) para ser
totalmente mujer y el hombre a la circuncisión para retirar su alma
femenina que, según estos pueblos, reside en el prepucio.
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Volviendo a
Frankenstein, el hombre que robó el fuego a la divinidad, Mary
Shelley (1797-1851) -su autora- deja a la interpretación una
metáfora de lo que ocurría en la sociedad victoriana en la que
creció: un extraño que, de acuerdo a su experiencia y su crianza
misógina, dejaba nacer o no, morir o no, al neonato-a la neonata o a
la madre. A ese extraño se le llamó Doctor,
la representación de Dios en la tierra (olvídese de las sotanas).
Shelley es el
apellido que toma Mary de su esposo, el poeta y radical Percy Bysshe
Shelley. En realidad la escritora del prometeo moderno se
llama igual que su madre Mary Wollstonecraft (1759-1797), la primera
gran feminista, o por lo menos una de las primeras en expresarlo.
En 1792, Mary Wollstonecraft publicó lo que para muchos es la
declaración de independencia y el primer argumento sólido en pro de
la emancipación femenina, titulado “Vindicación de los derechos
de las mujeres”.
Esta filósofa
inglesa moriría de septicemia diez días después de dar a luz a
Shelley en 1797, algo muy común en los quirófanos de los
todopoderosos matasanos del siglo XVIII.
Pero ¿Tendrá que
ver la muerte de su madre durante su nacimiento con la historia del
científico que intenta dar a luz?
Luego la ecuación se invertiría. La propia primera hija de Shelley
nació prematuramente, para luego morir.
El padre de Shelley
fue el filósofo William Godwin, uno de los precursores del
movimiento anarquista de Inglaterra. La educación de su hija fue
bajo estos preceptos. Tanto, que Shelley pregonará el amor libre el
resto de su vida. El esposo del que toma el apellido era seguidor de
los preceptos de su padre y estaba casado cuando se involucraron él
y Mary.
En 1816 da a luz a su segundo hijo, y cuatro meses más tarde pare a
Frankenstein. En 1817 termina de escribir la historia que la
inmortaliza y el año siguiente la publica.
Escribió en la introducción de la edición de Frankenstein de 1831:
“Vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental, al
pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al objeto que
había armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que
luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y
se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía ser
terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de
cualquier esfuerzo humano para simular el extraordinario mecanismo
del Creador del mundo”.
El cuento ha nacido
de un concurso en una noche de verano boreal, tormentosa, en la que
llovían los relatos alemanes sobre fantasmas. Sería Lord Byron
quien propondría que cada uno de los asistentes escribiera un
cuento.
Horas más tarde,
las almohadas susurraron al oído de Mary la historia de un hombre
que crea a un hombre con pedazos de otro hombre. Como diría su
esposo Percy al Prometeo libertado “descendiste en cunas de
borrascas”.
Los tres primeros de
la prole Shelley-Godwin murieron. Sólo el último se salvó ¿Hubiese
querido esta mujer usar las herramientas del Dr. Víctor
Frankenstein para revivir a sus hijos? Sólo el último de sus
retoños pudo sobrevivir, su nombre Percy Florence.
Al año de la muerte
de Mary Shelley en 1851, éste encontró en la gaveta del escritorio
de su madre otro Frankenstein: cabellos de sus tres hermanos muertos,
cenizas y restos del corazón de su padre.
¿Qué pieza falta
para armar-amar el fuego? Frankenstein hizo una fogata alrededor de
su madre. Ambos nacieron de la muerte para nunca más apagarse.
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La película más famosa es interpretada por Boris Karloff | | | | | |
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Mary Shelley |
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El fuego que pasa de antorcha en atorcha
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