La
tierra no es una meseta árida de salud y comodidad, sino una gran
hembra tumbada con torso de terciopelo que se hincha y se eleva con las
olas del océano; se retuerce bajo una diadema de sudor y angustia.
Desnuda y sexuada, se balancea entre las nubes a la luz violeta de las
estrellas. Toda ella, desde sus generosos senos hasta sus centelleantes
muslos, arde con pasión furiosa.
Se mueve entre las estaciones y los
años con gran alboroto que se apodera del torso con furia paroxística,
que sacude las telarañas del cielo; se hunde en sus órbitas pivotantes
con temblores volcánicos.
A veces es como una cierva, una cierva que ha
caído en una trampa y espera con el corazón palpitante que estallen los
címbalos y ladren los perros. Amor y odio, desesperación, piedad, rabia,
hastío: ¿qué son entre las fornicaciones de los planetas?
¿Qué es la
guerra, la enfermedad, la crueldad, el terror, cuando la noche presenta
el éxtasis de las miríadas de soles resplandecientes? ¿Qué es esta paja
que masticamos en nuestro sueño sino la reminiscencia de espirales y
colmillos y constelaciones de estrellas?
—Henry Miller, Trópico de Cáncer.
Elecciones, ética y supervivencia
Hace 2 meses
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