Las
personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran
en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes
despiojarte de una vez. Dondequiera que voy las personas están echando a
perder sus vidas. Cada cual tiene su tragedia privada. La lleva ya en
la sangre: infortunio, hastío, aflicción, suicidio. La atmósfera está
saturada de desastres, frustración, futilidad. Rascarse y rascarse…
hasta que no quede piel. No obstante, el efecto que me produce es
estimulante. En lugar de desanimarme, o deprimirme, disfruto. Pido a
gritos cada vez más desastres, calamidades mayores, fracasos más
rotundos. Quiero ver el mundo escacharrado, quiero que todo el mundo se
rasque hasta morir.
Trópico de cáncer —Henry Miller
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