martes, 19 de abril de 2011

S/T

Y que la diosa gloria de morir sea alcanzada por el sonido de una armónica triste
No fue sino su culpa la oscuridad, el moho, la humedad, la distancia, la cruz
Una montaña olvidada en la que descansa una lápida vacía de adjetivos, le aguarda
No hay sombra, su cara está hecha de luz, también su savia que brota del corazón,
No recuerdo sus ojos, recuerdo el fuego y el alcohol y su lluvia de lodo, pero no recuerdo sus ojos
Morimos


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