“La llanura es bella y
terrible a la vez;
en ella caben
holgadamente, hermosa vida y muerte atroz;
ésta acecha por todas
partes, pero allí nadie le teme”.
Rómulo Gallegos, en Doña Bárbara
Hace un año y dos meses, cuatro
pescadores apureños fueron muertos después de ser secuestrados y
torturados por los administradores y los matones del Hato La
Pregunta, en Apure. En ese mismo lugar, según denunciaba el diputado
Braulio Álvarez, 15 personas más habían sido ajusticiadas
(http://www.panorama.com.ve/sucesos/Denuncian-masacre-a-cuatro-pescadores-en-Apure-por-presuntos-paramilitares-20150226-0075.html)
¿Qué pasó con las declaraciones de uno de los responsables que
permitieron encontrar los cuerpos en la ribera del río? ¿Se hizo
justicia, o la justicia tiene precio y la vida de unos pescadores no
merece ni un titular?
A los pescadores le cambiaron la ropa,
con el objetivo de hacerlos parecer invasores, guerrilleros
colombianos, denunció el hijo de una de las víctimas. Lo mismo que
ocurrió en 1988, en el mismo Apure. El Amparo fue el escenario para
que Lusinchi y sus fuerzas de seguridad asesinaran a 14 pescadores y
los vistieran de subversivos, para justificar la masacre. Henry López
Sisco y Ramón Rodríguez Chacín entonces compartían más que
opiniones, daban órdenes, las mismas órdenes y El Amparo los
inmortalizaría como torturadores, cuando menos. La defensa de la
incursión comunista fue el pretexto para la matanza.
Pero ¿por qué ahora no resuenan las
masacres de hoy?
La noche del nazareno, el 12 de abril
de 2017, un número indeterminado de hombres entró en el Fundo
propiedad de la familia González, ubicado en el sector El Setenta,
Municipio Muñoz del Estado Apure. Después de dar las buenas noches,
enceguecieron a los presentes con sus linternas y se llevaron poel'
pico a una madre embarazada de 24 años, de nombre Rosa Milagros
González Véliz, a su padre Manuel Antonio González Milano,
productor de ganado de 65 años, a la tía que estaba de visita,
Miriam Solórzano Veliz, de 39 años y a un hombre que estaba de
paso, Alcides Rivas Pérez, de 53 años.
El periodista Víctor Hugo Majano,
desde el lugar de los hechos, recrea el terror que vivieron los
sobrevivientes
(http://www.latabla.com/como-ocurrio-la-masacre-de-el-70-en-apure/),
entre ellos un niño lactante de cinco meses de edad, Abraham, y su
hermanito de 3 años, Antonio, quienes fueron hallados sobre el
cuerpo de su madre sin vida, marcados por la sangre de Mitu, que así
le llamaban a su vientre. El hermano de Rosa, Darwin, pudo escapar y
contemplar desde el otro lado del río cómo los hombres
inspeccionaban la casa. Su madre y su cuñado estaban en una iglesia
evangélica, por lo que pudieron salvar sus vidas.
Desde hace diez años experimentan la
persecusión y la muerte de miembros de su familia.
Reciben ofertas por sus tierras,
consideradas de las mejores por esos predios, pero las ofertas son
emitidas de manera amenazante por extranjeros que, poco a poco se han
hecho con la tierra en Apure, para presuntamente cometer todo tipo de
delitos, aprovechando la cercanía con la frontera.
Los González además, son culpables de
colindar con el Hato Cañafístola, cuyos administradores, entre los
que recientemente figura una junta del Estado, acusan a Los González
de abigeatos, en criollo: de cuatreros, de ladrones de ganado. De
hecho, uno de los hermanos González, Manuel Antonio, permanece tras
las rejas por este delito, desde el 5 de marzo de este año. Su hija
de seis años moriría diez días después, de una enfermedad
respiratoria, y no pudo siquiera enterrarla.
Cañafístola, que según Majano es de
capital inglés y cuyas relaciones llegasen hasta la monarquía, son
los responsables de que Manuel Antonio esté tras las rejas, acusado
de robarles 30 toros y la tenencia de 3 escopetas de cacería. Los
administradores del Hato alegan que la tierra de los González es en
verdad de ellos y afilan su poder contra pequeños productores.
No es raro entonces que Diarios como
Visión Apureña reseñen la masacre y justifiquen el asesinato de
cuatro inocentes inculpándolos como “integrantes de banda de
cuatreros” (http://www.visionapurena.com/sucesonoti.php?ID=9982).
Que por qué no resuenan estas
matanzas, porque a través de los medios o se silencian, o se
justifican. La invasión no es meramente material, sino que encuentra
su correlato en los medios y en consecuencia en la opinión pública:
o no se habla de ello, o cuando se habla se respalda al poderoso.
¿Quién mató a esta familia? ¿Quién
los mata todos los días con su silencio?
Este mes (el 17 de abril) se celebra el
Día Internacional de la lucha campesina. En Venezuela lo celebran
algunos protegidos por la burocracia, los que aplauden la minería a
cielo abierto, los que se llenan la barriga y se olvidan de los que
no comen. A los que un zamuro le picotea el corazón.
Los habitantes del Setenta dicen que
bajo sus tierras hay “mucha plata enterrá”, y no hay mejor
descripción de lo que la tierra se convierte para el terrateniente.
Están claros que desde allí se libra la verdadera invasión.
“En una choza arruinada de la
desierta aldea El Setenta, a orillas del Apure, se decidió la
invasión de la Nueva Granada. No había una mesa en aquella choza,
ni mas asiento que las calaveras de las reses que para racionar, la
tropa había matado no hacía mucho tiempo, una guerrilla realista y
que el sol y la lluvia habían blanqueado”.
Casi dos siglos atrás, en mayo de
1819, Bolívar se reunió en la desértica Aldea El Setenta y
continuó con la Campaña admirable, para liberar a Venezuela. De ese
lugar en el que Bolívar se sentó junto a otros libertadores sobre
los cráneos del ganado muerto, ubicado a 50 minutos de la márgenes
del río Apure, no queda monumento, sino el recuerdo de la gente que
dice que fue tomado por la “civilización”, más específicamente
por “terrófagos y latifundistas extranjeros”, precisa
Argenis Méndez Echenique, en su libro Apure en cuerpo y alma
(http://cuentaelabuelo.blogspot.com/2012/06/pueblos-del-apure-medio-el-setenta.html).
Ese limbo tuvo dueño, la expresión
más acabada por la historia del capitalismo, el colonialismo
económico. Antes, los ingleses. Ahora, el capitalismo de Estado, el
gobierno
(http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/reestructurado-directorio-empresa-agroflora/)
quien a través de la Empresa Agloflora administra 11 hatos, entre
ellos el mismo Cañafístola.
¿A quién le reclamamos, entonces?
Por cierto, la cañafístola -o lluvia
de oro (ah, buen nombre)- es un laxante, del que algunos chiguires
han tomado altas dosis ¡LA cagada! Oro ya no se mira a simple
vista... el oro es la tierra.
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