La cama de Junior estaba destendida.
Junior le dice su padre
a Jairo Johan Ortiz Bustamante a quien Carolina, su madre, lo llamó
igual que a su esposo. Era como los niños que se crían con los
abuelos, de alma vieja, pero a los que se les consiente dejar las
sábanas desordenadas. Doce años tenía cuando Jairo se interesó
por la poesía, y recurrió entonces a la voluptuosidad de la
guitarra. El niño iría con su abuelo Melvi a recibir clases. Vivían
en el piso uno de la torre cuatro, en el último de los verdes de
Montaña Alta, Carrizal. Cuando se fueron de casa de los abuelos a
hacer familia, a tan sólo doce kilómetros, Carolina y Jairo se
divorciaron. Junior tenía nueve años, aproximadamente. Entonces
sufría de sobrepeso y se molestaba porque le llamaban gordo. Era de
personalidad introvertida.
La cama de Junior
estaba destendida.
El 7 de abril de 2017,
Carolina volvió de Aruba, donde vive hace unos años. Estiró el
esquinero, dobló la sábana y se sentó en la mitad del colchón a
oler a su hijo. A descansar donde mismo él había descansado horas
antes. Jairo no quiso irse con ella, ni con su padre a Barinas,
“¿quién cuidaría de los abuelos?”; sin embargo tampoco se fue
con Digna y Melvi cuando se mudaron a Guarenas. Viviría con su tía,
aunque Carina estuviese más en casa de sus padres, ahora en el otro
extremo de Miranda. Jairo, de 19 años, cursaba tercer semestre de
Ingeniería de Sistemas en la Universidad Nacional Experimental
Politécnica, en la Yaguara. Aun así pensaba irse a Colombia, con su
novia Oriana, a probar suerte.
Con Oriana estuvo
durante todo el día, “el más feliz”, según la amada. Después
de subirla al taxi que la llevaría a San Antonio, a eso de las siete
de la noche, Jairo se devuelve a la casa, y deja cartera y celular.
Luego, quedó en conversar con su amigo Alexander en la panadería
Lady Pan en las adyacencias de Montaña Alta.
Eran las nueve de la
noche, y las protestas contra lo que la oposición llamó un
“autogolpe” arreciaban donde mismo, donde siempre, con víctimas
nuevas.
A Jairo no le gustaba
meterse en problemas. Era de opiniones firmes, pero no había rastro
de una posición política tomada, prefería expresarse a través de
García Márquez, Whitman, Neruda, Benedetti, Frida, Einstein, Dalí,
Gandhi, Vallejo: “El dolor crece en el mundo, a 30 minutos por
segundo”.
En el forcejeo entre
manifestantes y la fuerza pública, Jairo era un espectador, nunca un
manifestante. 30 minutos pasaron para que un efectivo del servicio de
tránsito de la Policía Nacional Bolivariana, de nombre Rohenluis
Leonel Mata Rojas, llegase al frente de Jairo y desenfundara su arma
de reglamento, y de un tiro, que su padre ubica en el corazón,
cayera muerto. 30 minutos después llegaría a la clínica contigua,
para ser declarado muerto. “El dolor crece en el mundo, a 30
minutos por segundo”. Su prima Antonella lo reconoció.
La cama de Junior
estaba destendida.
¿Por qué un policía
de tránsito arremete contra un civil, durante una manifestación?
Justamente, el diputado Diosdado Cabello había difundido a través
de su programa televisivo, el mismo día en que muere Jairo Ortiz, la
grabación telefónica de un grupo de opositores, que se hacen llamar
“Los Próceres”, en la que planifican los sucesos que acabarían
con la salida de Nicolás Maduro de la presidencia. Entre las
acciones figuraba la infiltración de 80 policías al servicio del
antichavismo.
El padre de Jairo, se
quedó solo, con su nombre, acampando en la oscuridad, preguntándose
por qué este hombre mató a su hijo. Él, después de colgarle el
teléfono a María Corina Machado (al ver cómo esta publicaba la
foto de su hijo muerto, tirado en el piso) y haber concedido una
entrevista en Venezolana de Televisión, recibe amenazas contra su
vida y acusaciones de vender la muerte de hijo al gobierno, y lo
único que le daría un poco de sosiego sería saber por qué. En
palabras de Vallejo, por qué tiene la vida en este su perro.
¿Con qué se tiende la
cama cuando no hay tela que vele el dolor?
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Venezuela cumple diez días desde que los líderes
opositores al gobierno de Nicolás Maduro llamaron a la calle a sus
seguidores, en las manifestaciones que se conocen como “Guarimbas”.
La convocatoria se inicia después de que el Tribunal Supremo de
Justicia asumiera las funciones de la Asamblea Nacional en desacato y
luego las devolviera y la oposición tildara esta acción como un
golpe de Estado. Las protestas se han cobrado, según cifras
oficiales, ocho víctimas, cinco de las cuales son consecuencia
directa de las manifestaciones violentas.
La escalada de violencia, protagonizada por la
oposición, tiene como saldo la destrucción de patrimonio inmueble,
saqueos a establecimientos comerciales, cientos de heridos,
terrorismo.
Los muertos son usados como estandarte de la
resistencia, contra la respuesta del Estado. Sin embargo, algunos
familiares se han manifestado en contra del proselitismo político
con la figura de sus deudos.
Y al momento de terminar este texto, el presidente
hace público una serie de videos con “pruebas autorizadas por la
Fiscalía y el Poder Judicial” de opositores presos, confesando
haber recibido dinero del Partido Primero Justicia, a cambio de
incendiar la Magistratura ubicada en Chacao, el 8 de abril.
¿A cuántos muertos estamos de acá a que las
bestian sacien su sed?
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