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viernes, 31 de marzo de 2017

PON 66



POEMA POR LA FALTA DE MI MADRE
Por Martha Kornblith (Perú)

Madre
ahora que tu espíritu
ya no recorre esta casa
que además ya no es la tuya
porque ahora el resentimiento
se mide en metros cuadrados
y jugamos a la herencia
como chivos expiatorios
esperando ansiosamente
la hora del monopolio.
Madre
ahora que ya no soporto
el desorden de las mañanas
la rigidez de los desayunos sola
sola,
cuando no encuentro los pares
de medias
y mis camisas están arrugadas
sola, cuando hay agua fría
en el calentador
sola,
cuando nos acompañábamos
con inocencia los sábados en la tarde
y que ahora parecen tan ajenos.
Madre
te he confesado que además de
haber enterredo a la muñeca
no he cumplido con tus aspiraciones
de buena ama de casa, madre del hogar,
hijos, nietos, etc.
que me convertí en poeta
que es lo mismo que decir
en poeta suicida
y que por eso
juego y seduzco a la muerte
todas las noches.
Madre
he de confesarte
que sola
ahora, apenas
persigo cucarachas,
persigo cucarachas
persigo cucarachas,
persigo cucarachas

EL AMOR DEL LOBO Y OTROS REMORDIMIENTOS
Por Hélène Cixous (Francia)
“Para nosotros, comer y ser comidos pertenece al terrible secreto del amor. Sólo queremos a la persona que podemos devorar. A la persona que amamos sólo soñamos en comérnosla. Es una historia bellísima, la del propio tormento. Porque amar es querer y poder comer y detenerse en el límite. En el mínimo latido entre el brinco y el acecho brota el miedo. El brinco estaba ya en los aires. El corazón se detiene. El corazón arranca de nuevo. Todo en el amor está vuelto hacia esta absorción. Al mismo tiempo, el verdadero amor es un no-tocar, pero casi-tocar de todos modos. Devórame, amor mío, de lo contrario te devoraré. El miedo a comer, el miedo de lo comible, el miedo de aquél de ambos que se siente amado, deseado, que quiere ser amado, deseado, que desea ser deseado, que sabe que no hay mayor prueba de amor que el apetito del otro, que se muere de ganas de ser comido y se muere de miedo ante la idea de ser comido, que dice o no dice, pero significa: te lo suplico, devórame. Quiéreme hasta el tuétano. Y sin embargo arréglatelas para dejarme vivir. Pero a menudo se transpone, porque se sabe que el otro no devorará finalmente, y se dice: muérdeme. Firma mi muerte con tus dientes.”
ANTÍGONAS GONZÁLEZ (frag.)
Por Sara Uribe (México)
: En su sueño, para llegar a Tebas, la ciudad abismo,
tenía que atravesar una estancia llena de grandes
vasos de vidrio muy diáfanos que apenas se veían.
Estaba obligada a pasar entre ellos sin quebrar ninguno, sin hacerlos temblar.
: Y así lo hacía. Nunca quebró ningún vaso.
: Nunca atravesó el umbral.
Trino:
Algo se pierde y algo se gana cuando la tierra recibe las heridas del cielo. —@Moncadadiana ~ «Cuerpo crepuscular» (2015)


domingo, 13 de noviembre de 2016

PON 51


AGUA
Por María Auxiliadora Álvarez (Venezuela)
Ya no quiero más casa
que la lluvia
sobre mis ojos
porque el agua
dentro del agua
no es intemperie.


S/T
Por Miyó Vestrini (Venezuela)
Los que escriben ni siquiera son una raza. Ni una casta. Ni una clase. Ni uno. Detienen el privilegio de vivir como mujeres en un mundo de científicos. Detrás de espesos lentes, la corte no se opaca nunca. Se tienen todas las prerrogativas: desde la filosofía hasta la ira, pasando por las relaciones conyugales, y la longitud de los párrafos. Entre los derechos del hombre figura el escribir largamente, para si primero, para los otros luego, con un propósito bien o mal definido: inundar las vitrinas, las paredes, los países, las casas. O en fin de cuentas, suicidarse.


ÚLTIMO

Hazme niña cuando deje las entrañas del aire, quiero ser una niña, nunca un héroe. Déjame al resguardo de un tronco macho, bajo la violencia de los árboles sin frutos. Déjame sola quiero estar sola saber estar sola cuando al fin sepa cómo morir. No quiero misericordia ni milagro. No quiero regresar. Quiero dormir.

Mundia Magdaleno


DESABASTECIDA
Por Lila Biscia (Argentina)
la palabra alimenta el peso de la herida.
ya no hay candor capaz de abastecer.

hago bosque de mis entrañas.
el silencio
hará de mí vestigios.


ESCRIBIR
Por Chantal Maillard (Bélgica)
escribir
para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

(...)
el dolor es la senda
el dolor es el medio
por el dolor la fuerza
que combate el dolor
y lo transforma
por el dolor deshago
mi dolor en lo ajeno
y el ajeno en el mío

(...)
¡y qué mas da!:

hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.
Escribo

para que el agua envenenada
pueda beberse.



DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA (frag.)
Por Caroline Bird (Inglaterra)
(...)
Porque uno piensa que si lo menciona en un poema
el puente te amará recíprocamente.

Porque el puente te comerá viva.
Porque es algo como estar en un cuarto de hotel
con tu oreja pegada a la pared.

(...)
Porque me quité la piel para poder sentir
los pétalos caer suavemente sobre mí.

Porque vine a ti sin piel.
Porque si todos nos quitáramos la piel
nada podría herirnos.

Porque la primera regla del baile de salón
es nunca besar a tu Némesis.

Porque la verdadera alegría es siempre mortificante.
(...)
Porque los mentirosos tienen lenguas que saben a sorbete.
Porque la gente más peligrosa del mundo
piensa que son buenas personas.

(...)

Trino:
"Fuiste la primera en escribirme / y en preguntar si sentía / que la sangre es un racimo de pájaros" @oriettedangelo

domingo, 3 de julio de 2016

PON 34



CONTENIDO
Por Víctor Manuel Pinto (Venezuela)

ella me enseñó a obedecer con el brazo recto una distancia de mis amigos,

cantando un himno quieto bajo una bandera. Ella decía la verdad en

un bosque achatado en la pared, debía responderle, debía obedecer. Ella

y el policía con guantes dibujando la quietud de un hombre en el suelo.

Obedecer el azul del uniforme del policía, obedecer el azul de la camisa del

liceo; el mar tenía una quietud falsa en las esferas. Ella era la espuma

de su sal dura hundiéndonos: ser hombres que no mata la policía, ser

mujeres tapándose con vergüenza, obedientes a las flores de los hombres.

En el baño había más preguntas: la revista abierta, el uso del cuerpo

en el labial y el ruedo corto de la falda. Inexacta en sus objetivos: 1a

2b 3c y sin colores. Su punta que no conjuga: él se toca, él roba, el

amigo mata, el amigo muere, ella se toca, ellos sienten, nosotros sentimos.

¿Qué hacemos con el cuerpo nuestro? ¿Qué hacemos con el muerto de cada

día? Me desarmo y busco mi forma real. Buscar: ese verbo que odia

domingo, 15 de noviembre de 2015

Poesía o nada 5


 

Sección de literatura en la Revista Épale Caracas, publicada dominicalmente.

Cuento:

Una excursión a Ruanda

Por Clarissa Pinkola Estés (Estados Unidos)

El general Eisenhower tenía que efectuar una visita a sus tropas de Ruanda. [Hubiera podido ser

Borneo. Hubiera podido ser el general MacArthur. Los nombres significaban muy poco para mí

por aquel entonces.] El gobernador quería que todas las nativas se alinearan al borde de la carretera

de tierra y saludaran y vitorearan a Eisenhower cuando éste pasara en su Jeep. El único problema

era que las nativas sólo llevaban encima un collar de cuentas y, a veces, un pequeño cinturón de

cuero.

No, no, eso no podía ser de ninguna manera. El gobernador mandó llamar al jefe de la tribu y le

expuso su apurada situación.

­No se preocupe ­le dijo el jefe de la tribu.

Si el gobernador le pudiera proporcionar varias docenas de faldas y blusas, él se encargaría de que

las mujeres se las pusieran en ocasión de aquel trascendental acontecimiento. El gobernador y los

misioneros de la zona consiguieron proporcionárselas.

Sin embargo, el día del gran desfile, pocos minutos antes del paso de Eisenhower por la carretera a

bordo de su Jeep, descubrieron que las nativas se habían puesto las faldas, pero, como las blusas no

les gustaban, se las habían dejado en casa, por lo cual todas ellas se apretujaban a ambos lados de

la carretera vestidas con las faldas pero con los pechos al aire y sin ninguna otra prenda ni el menor

asomo de ropa interior.

Al gobernador por poco le da un ataque de apoplejía al enterarse, Por lo que mandó llamar al jefe

de la tribu, el cual le aseguró que la jefa de la tribu había hablado con él y le había asegurado a su

vez que las mujeres habían accedido a cubrirse los pechos cuando pasara el general.

­¿Estás seguro? ­rugió el gobernador.

­Estoy seguro. Muy, muy seguro ­contestó el jefe de la tribu.

Bueno pues, ya no quedaba tiempo para discutir y sólo cabe imaginar la reacción del general

Eisenhower cuando su Jeep avanzó traqueteando por la carretera y, una tras otra, las mujeres se

fueron levantando graciosamente la parte delantera de la holgada falda para taparse los pechos con

ella.
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