martes, 7 de junio de 2016

Gastronauta 87: Fea



Me dije, “un coño voy a escribir sobre esta vaina”.
Así que lo que sigue es un coño.

¿Quiénes fueron las esposas de los más temibles dictadores? ¿Las recuerdan? ¿Cuáles consejos de moda y estética pudieron ofrecer a las torturadas, a las desaparecidas, por miles en el cono sur, por miles en África, millones en el mundo?
¿Carmen Polo se descorrió el velo para sonreír cuando cayó García Lorca, o se ajustó los collares para sostener su cuello frente a Franco? ¿Magda Goebbels aprobaba las rayas de los uniformes judíos que iban a los campos? ¿Quién le paga los viajes, la publicidad, quién le hace la imagen de sufrida -pero “bella”- a Lilian Tintori?
¿La mujer mutilada se sentirá fea cuando su verdugo acaba en ella la tala de su cuerpo? ¿La mujer campesina, la que hace posible que usted coma, estará atenta a las últimas tendencias en maquillaje, o en sus manos la tierra deja constancia de su paso por el mundo? ¿Se sentirá “sucia”? ¿Quién será feliz, la que se deja despeinar por la vida, o la que es esclava de artificios para lucir “bella”?
¿Qué es ser bella? ¿Se puede ser bella cuando el cuerpo refleja una cosa y la boca se abre como cañería? ¿O ser bella es sonreírle a la cámara y ser “la esposa de... el dueño” (del canal, del país, de la Asamblea)? ¿Cuántos pasos hay de ser bella, a ser bella y estar muerta? ¿Cuándo somos más feas, cuando nos creemos más bellas, o cuando lo decimos?
Aunque es normal que Dora D'Agostino opine respecto a las mujeres como opina, por su origen de clase, hay algo más que superficialidad en las declaraciones de la esposa de Ramos Allup y la respuesta de sus detractores “chavistas” (que me diga Cilia Flores cuánto cuesta una sesión de bótox), el no reconocimiento del resto, de esas que no encajamos en los moldes que plantea, que según Dora son dos, las mujeres “del gobierno”, “desarregladas (...) sucias (...) sin maquillaje”, y lo contrario-lo que ella representa, el sinónimo de su venezolanidad, la supuesta belleza que, por un simple silogismo, debe acompañar a una mujer opuesta al gobierno: arreglada, limpia y maquillada. ¿Cuán arreglada, limpia y maquillada anda Hillary Clinton ejecutando desmanes en el mundo? ¿Con cuánto gusto los ejecutaría aquí?
Incluso hay algo más vergonzoso, ubicar el debate político en la idea de que éste toldo cuenta con mujeres más hermosas que aquél, o al contrario. Un riña con la que las mujeres no ganamos nada. Mientras, las muertes por aborto siguen siendo números clandestinos y no por eso pocas, o debemos trabajar hasta tres veces más para conseguir el mismo sustento que el mes anterior, y sobre eso nadie legisla, ni somos entrevistadas.


Hay cosas de las que hablar mucho más importantes, y realmente feas, como por ejemplo que algunos campesinos-productores se niegan a trasladar sus cosechas a las ciudades, como un método para acortar la cadena agroalimentaria y así abaratar el costo del alimento en las manos del consumidor, porque en las carreteras nacionales son víctimas de amenazas, atentados, el cobro de vacunas, y hasta de la propia muerte si se niegan a aceptar la extorsión ¿Cuánto de esto es producto de la misma degeneración de la violencia en Venezuela, y cuánto de la sumisión económica a la que se enfrenta el pueblo?
Otra cosa bien fea ocurre en los pueblos satélites de la capital, cuando colectivos de personas se reúnen para producir su alimento y son atacados por bandas disfrazadas de rojo, dizque “chavistas”, que reclaman la tierra en la que siembran los consejos comunales, y terminan siendo mercenarios de los comerciantes de la zona.
¿Cosas feas? Que le llamen “Sindicatos” a las bandas armadas de mafias de la construcción que extorsionan a todos los participantes de una obra, hasta a los beneficiarios, dejando a su paso una estela de sangre. Que le pasen por encima a una abuela en una laaaarga fila, cuando llega la mayonesa. Que los dólares de la nación financien la riqueza del vampiro Polar. Que a la fecha, una madre no sepa cómo murió su hijo en un preescolar del 23 de enero, golpeado y tirado en la profundidad de un pipote de agua, porque la justicia sólo le llega a las celebridades que figuran en las portadas de la agenda pública con su cara “bonita”.

Le hemos dado mucha bola a un remedo de mujer que tiene sobre sus hombros los flashes de las cámaras por las razones equivocadas, por los “méritos políticos” del marido.
Cuánta heroína hay por ahí, anónima, haciéndole frente a la crisis, poniéndole el pecho a un país que se desmigaja en pendejadas, y al que debe rearmar mientras hace su casa, o estudia, o trabaja, o cría, y milita, o todas a la vez.

Tiene que llegar el día en que el maquillaje no alcance a tapar el país de las mujeres.
En que la puerta se abra al sol y se tienda sobre la cama, sin miedo a que nos atraviese el asco.
El día en que a una falda la “faraleé” el viento y sea de aire fresco nuestro hijo.
Tiene que llegar de lo alto del columpio el orgullo, y caer de pie, hacerse árbol y silenciar la guerra vecina, mí guerra.
El día con su noche a poblar la frente de un pueblo y su historia.
Han de pasar las cosas sin importancia y de nuestra indiferencia haremos virtud.
No me revendan el día, no lo destiñan, déjenlo morir.
Se irán mis días y los tuyos, y volveré para contemplar el momento en el que mi presagio amanezca.
La esperanza no puede ser fea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario