Me dije, “un coño
voy a escribir sobre esta vaina”.
Así que lo que sigue
es un coño.
¿Quiénes fueron las
esposas de los más temibles dictadores? ¿Las recuerdan? ¿Cuáles
consejos de moda y estética pudieron ofrecer a las torturadas, a las
desaparecidas, por miles en el cono sur, por miles en África,
millones en el mundo?
¿Carmen Polo se
descorrió el velo para sonreír cuando cayó García Lorca, o se
ajustó los collares para sostener su cuello frente a Franco? ¿Magda
Goebbels aprobaba las rayas de los uniformes judíos que iban a los
campos? ¿Quién le paga los viajes, la publicidad, quién le hace la
imagen de sufrida -pero “bella”- a Lilian Tintori?
¿La mujer mutilada se
sentirá fea cuando su verdugo acaba en ella la tala de su cuerpo?
¿La mujer campesina, la que hace posible que usted coma, estará
atenta a las últimas tendencias en maquillaje, o en sus manos la
tierra deja constancia de su paso por el mundo? ¿Se sentirá
“sucia”? ¿Quién será feliz, la que se deja despeinar por la
vida, o la que es esclava de artificios para lucir “bella”?
¿Qué es ser bella?
¿Se puede ser bella cuando el cuerpo refleja una cosa y la boca se
abre como cañería? ¿O ser bella es sonreírle a la cámara y ser
“la esposa de... el dueño” (del canal, del país, de la
Asamblea)? ¿Cuántos pasos hay de ser bella, a ser bella y estar
muerta? ¿Cuándo somos más feas, cuando nos creemos más bellas, o
cuando lo decimos?
Aunque es normal que
Dora D'Agostino opine respecto a las mujeres como opina, por su
origen de clase, hay algo más que superficialidad en las
declaraciones de la esposa de Ramos Allup y la respuesta de sus
detractores “chavistas” (que me diga Cilia Flores cuánto cuesta
una sesión de bótox), el no reconocimiento del resto, de esas que
no encajamos en los moldes que plantea, que según Dora son dos, las
mujeres “del gobierno”, “desarregladas (...) sucias (...) sin
maquillaje”, y lo contrario-lo que ella representa, el sinónimo de
su venezolanidad, la supuesta belleza que, por un simple silogismo,
debe acompañar a una mujer opuesta al gobierno: arreglada, limpia y
maquillada. ¿Cuán arreglada, limpia y maquillada anda Hillary
Clinton ejecutando desmanes en el mundo? ¿Con cuánto gusto los
ejecutaría aquí?
Incluso hay algo más
vergonzoso, ubicar el debate político en la idea de que éste toldo
cuenta con mujeres más hermosas que aquél, o al contrario. Un riña
con la que las mujeres no ganamos nada. Mientras, las muertes por
aborto siguen siendo números clandestinos y no por eso pocas, o
debemos trabajar hasta tres veces más para conseguir el mismo
sustento que el mes anterior, y sobre eso nadie legisla, ni somos
entrevistadas.
Hay cosas de las que
hablar mucho más importantes, y realmente feas, como por ejemplo que
algunos campesinos-productores se niegan a trasladar sus cosechas a
las ciudades, como un método para acortar la cadena agroalimentaria
y así abaratar el costo del alimento en las manos del consumidor,
porque en las carreteras nacionales son víctimas de amenazas,
atentados, el cobro de vacunas, y hasta de la propia muerte si se
niegan a aceptar la extorsión ¿Cuánto de esto es producto de la
misma degeneración de la violencia en Venezuela, y cuánto de la
sumisión económica a la que se enfrenta el pueblo?
Otra cosa bien fea
ocurre en los pueblos satélites de la capital, cuando colectivos de
personas se reúnen para producir su alimento y son atacados por
bandas disfrazadas de rojo, dizque “chavistas”, que reclaman la
tierra en la que siembran los consejos comunales, y terminan siendo
mercenarios de los comerciantes de la zona.
¿Cosas feas? Que le
llamen “Sindicatos” a las bandas armadas de mafias de la
construcción que extorsionan a todos los participantes de una obra,
hasta a los beneficiarios, dejando a su paso una estela de sangre.
Que le pasen por encima a una abuela en una laaaarga fila, cuando
llega la mayonesa. Que los dólares de la nación financien la
riqueza del vampiro Polar. Que a la fecha, una madre no sepa cómo
murió su hijo en un preescolar del 23 de enero, golpeado y tirado en
la profundidad de un pipote de agua, porque la justicia sólo le
llega a las celebridades que figuran en las portadas de la agenda
pública con su cara “bonita”.
Le hemos dado mucha
bola a un remedo de mujer que tiene sobre sus hombros los flashes de
las cámaras por las razones equivocadas, por los “méritos
políticos” del marido.
Cuánta heroína hay
por ahí, anónima, haciéndole frente a la crisis, poniéndole el
pecho a un país que se desmigaja en pendejadas, y al que debe
rearmar mientras hace su casa, o estudia, o trabaja, o cría, y
milita, o todas a la vez.
Tiene que llegar el día
en que el maquillaje no alcance a tapar el país de las mujeres.
En que la puerta se
abra al sol y se tienda sobre la cama, sin miedo a que nos atraviese
el asco.
El día en que a una
falda la “faraleé” el viento y sea de aire fresco nuestro hijo.
Tiene que llegar de lo
alto del columpio el orgullo, y caer de pie, hacerse árbol y
silenciar la guerra vecina, mí guerra.
El día con su noche a
poblar la frente de un pueblo y su historia.
Han de pasar las cosas
sin importancia y de nuestra indiferencia haremos virtud.
No me revendan el día,
no lo destiñan, déjenlo morir.
Se irán mis días y
los tuyos, y volveré para contemplar el momento en el que mi
presagio amanezca.
La esperanza no puede
ser fea.
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