Fue y es una postal de por estos días
mirar a una madre de rasgos indígenas, vestida con trapos criollos,
de la mano de dos o tres tripones, uno pegado a la teta, y con la
otra mano estirada suplicando ayuda.
En algún momento fueron traídos de
sus comunidades a las principales capitales de Venezuela con el
propósito político de alterar el paisaje urbano. Si, porque como la
basura y los pobres si no la vemos no es problema.
Generalmente son mujeres, porque la
madre arrastra consigo la prole y la lástima, además en algunas
comunidades el hombre ha sido sicariado por encabezar la lucha
ancestral por la tierra.
Los
indígenas que ocupan los bordes de nuestro mapa además de
lidiar con la minería y sus adictos, tienen que cabalgar el subibaja
del hambre, o de la introducción de alimentos ajenos a su historia.
El principal problema no se centra en los recursos que destina o no
el Estado a las más de setenta comunidades indígenas que sobreviven
la maldición de la excavación en Venezuela, sino y más
dramáticamente al robo de sus tierras, sus semillas, su cultura,
la contaminación de sus aguas, la deforestación y la propagación
de enfermedades mortales.
¿Por qué algunos padecen de
desnutrición, y otros por el contrario rezuman de grasa? Amazonas,
uno de los estados con mayor población originaria, encabeza el
ranking de sobrepeso y obesidad en el país, con casi el sesenta por
ciento de sus habitantes con malnutrición por exceso. Pero, a su vez
esconde tras la selva a pueblos enteros que padecen la austeridad
alimentaria y niños que mueren por los efectos de la desnutrición.
Antes de que se establecieran los
estados-nación, las comunidades indígenas -sobre todo las nómadas-
caminaron el paisaje aprovechando de la tierra y sus ciclos el
alimento, el agua, el cobijo. Ahora a algunos los arrastra la
transculturación, una forma más efectiva de acabar con el conuco
inmemorial y así un principio para la evolución, la propia
alimentación. A otros, los
borra el robo de sus tierras y así sus formas de producción.
Desde la Guajira venezolana a la otra
punta, al delta warao, los hermanos ancestrales han sido sumergidos
en el alcohol y la Coca-Cola, los pemones sufren endemias y el
mediocamino de una revolución que les reemplazó la choza por el
bloque, en el que todavía no saben mediovivir.
Los yukpas, divididos entre quienes
guerrean la Sierra de Perijá, y los que la venden de a tajo, mueren
bajo la bala de la Guardia Nacional Bolivariana, de la policía
municipal, escoltas de los ganaderos que pretenden controlar la
fecundidad de la tierra zuliana.
Se cumplirán -en poco- dos años del
asesinato de Sabino Romero Izarra, cacique que plantó su cara y a la
totalidad de su familia, contra el robo de sus territorios. Heredero
de los Caribe, no bajó su alma, y su combate llegó incluso a
agendarse como tema para el entonces presidente Hugo Chávez, quien
no dudó en ponerse del lado de los “indios” (1).
No obstante, ésa como otras
declaraciones quedaron en el fotograma. Antes de y después de, La
Sierra de Perijá ha sido incluida en los planes de extracción
minera de transnacionales y bajo su objetivo los dos embalses que
surten el Zulia: Tulé y Manuelote.
Quinientos años después, Colón se
disfraza de nacionalista, y Plan de la Patria mediante, programa
“duplicar las reservas minerales”, entre ellos el carbón, “de
los yacimientos ubicados en el Escudo de Guayana, Cordillera de los
Andes, Sistema Montañoso del Caribe y la Sierra de Perijá”, según
los objetivos específicos 3.1.15.2. y 3.1.15.3. La trampa reposa en
una frase: “la utilización de nuevas tecnologías de bajo impacto
ambiental” (2).
Es decir, contaminarán el territorio
de interés (trans)nacional, y en la práctica protegerán a los que
roban el suelo originario. Por eso no se concreta la demarcación de
tierras que exige el linaje caribe de Chaktapa.
Las últimas fronteras
Después de asesinado Sabino, algunas
muecas se hicieron para comprar las tierras a la comunidad yukpa.
Después de asesinado, a Sabino se le ha hecho estampa, consigna.
Después de asesinado incluso una película. Pero sabemos que el
metraje que necesitan los yukpas es de tierra y no de filme.
Para que Lucía Martínez, viuda de
Sabino, vaya y venga de Machiques de Perijá al juicio contra los
asesinos del cacique en Caracas, debe literalmente estirar la mano,
como la madre descrita al principio de este texto.
Según lo expresado por el realizador
Carlos Azpúrua, la totalidad de lo recogido después de la
transmisión del documental será donado a la familia Romero
Martínez, para paliar estos gastos.
Lucía no sólo debe suplicar dinero,
sino justicia. A los asesinos materiales de su compañero, quienes le
hirieron a ella también, sólo les condenaron a siete años tras las
rejas, después de una muerte anunciada, y de ideólogos no tan
velados. La sangre yukpa se traduce en tierras, y esta a su vez en el
alquiler para que el capital alimente sus entrañas y se mueva a sus
anchas, sin fronteras.
Después de que la misma Venezolana de
Televisión -VTV- ayer corriera una cortina roja que tapara las
protestas a favor de la lucha yukpa delante de sus cámaras; hoy
Sabino abarca sus pantallas en una pugna contra Cinex, cadena
comercial de cines en manos de la familia del excandidato opositor
Henrique Capriles, porque se negaban a exhibir el documental.
Cuando le fue, y le es útil, Sabino
vuelve. La que no retorna es su tierra. Y nuestros megáfonos, al
servicio del poder, trabajan más en encubrir errores, que en
descubrir verdades.
¿De qué vale que se recuerde al
cacique, mientras se legitima en el Plan de la patria la expoliación
de la Sierra de Perijá? Entonces, ¿de qué nos sirve tener
conciencia de todo y control de nada?
Sabino es un capítulo que todavía no
Sierra.
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El 02/02 continúa el Juicio. Esta vez
Lucía vuelve a Caracas a una Audiencia en el Palacio de Justicia.
El 06/02 se estrena la película en
todo el país.
Amplíe:
(2) En:
http://albaciudad.org/LeyPlanPatria/,
página 18.
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