Por
Indira Carpio Olivo & Piero
Era
todavía una enana. Disponía una oreja para Edgar Alexander y la
otra para Piero. Revolvía las cintas y siempre elegía las
mismas, las hacía mías, las desenfundaba de las gavetas de papá y
mamá.
Yo
era una cajita, un cassette (caja en francés) que cuando
descorchaba, cantaba y cantaba.
“Vengo
de la piel que tengo de ustedes,
vengo de robar el último clavel”.
vengo de robar el último clavel”.
Las
cuitas de mi mamá las resolvíamos a coro.
“Vamos,
decíme, contáme
Todo lo que a vos te está pasando ahora
Porque si no, cuando está tu alma sola llora”.
Todo lo que a vos te está pasando ahora
Porque si no, cuando está tu alma sola llora”.
Cuando
se rompían las cintas, una gota del esmalte rubí era nuestra
salvación. Pasábamos un buen rato haciendo de ingenieras melódicas.
Para
volver a escuchar la misma canción que nos acompañaba desde la
mañana, cogíamos un lápiz y girábamos las
roscas a la inversa hasta que encontrábamos el principio.
Disimular
el hambre y llenar la panza de letras era la tarea para esa tarde.
“Comer
bien era muy raro
Comer poco era normal
Comer era subversivo
Para el señor militar”.
Comer poco era normal
Comer era subversivo
Para el señor militar”.
No
llegaba a medio metro de estatura y poco me valía la nacionalidad de
Piero ¿A alguien le importaba?
“Y
Caracas me abrazaba a mí...
porque
sos venezolano aquí”.
Cuando
papá me regaló un Walkman, la música me caminaba. Hasta hoy
continúa sus rumbos, se concentra en mi vientre para enseñar a mis
lobatos, mis cachorras a aullar en los dolores, en las alegrías.
Él,
mi padre no duda en recrear una escena para su final.
“la
edad se le vino encima
sin carnaval ni comparsa”.
sin carnaval ni comparsa”.
-Pero
papá...
-Pero
nada
“Porque a esta
puerta del río-país
le apuñalaron el sol”.
le apuñalaron el sol”.
Ay
país, país, mi país... una caja.
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Anoche
fui a un concierto de Piero en el Teatro Teresa Carreño en Caracas.
Mecí
la cuna que ahora es mi cuerpo. Llovimos siempre sonrientes.
Ha
sido su mejor concierto, según dice él mismo. Yo no lo pongo en
duda: ha sido eterno.
Mi
madre y yo hemos vuelto a las estrofas, limpiándonos las alas.
Columpiamos la desesperanza y, como cuando papá me cargaba y me tiraba al aire,
volvimos a precipitar el futuro.
“Ternura
para tirar al cielo”.
Foto de @vgutierrezf |