Víctor ha vuelto a dibujar a su padre sin tronco, las piernas y los
brazos saliendo de la cabeza; tiene seis años, ya debería saber algo de
esquema corporal, dijo la maestra. Mira, te lo tengo dicho, contestó la
psicóloga, cada niño madura a su ritmo, dale tiempo. ¿Estás segura de
que no pasa nada? considero peligroso que insista en dibujar a su padre
así. Me he entrevistado varias veces con ese señor, la tranquilizó la
psicóloga, y es un hombre de lo más normal, ¿qué podría pasar?
En ese mismo momento, la secretaria entró al despacho del padre de
Víctor, chilló de terror, dejó caer los informes que llevaba en la mano
y, víctima de un ataque de pánico, saltó por la ventana. El padre de
Víctor, sin entender nada, quiso bajarse de la silla pero cayó rodando.
Después de patalear y bracear durante un rato, consiguió ponerse en pie y
salir del despacho. A su paso, la gente corría despavorida o se
desmayaban de terror. Cuando llegó a la calle, varias docenas de coches
de policía lo estaban esperando. Monstruo, gritaron, ríndete. El padre
de Víctor quiso decir que se encontraba mal, que no quería hacer daño a
nadie y que pedía perdón por lo que fuera que hubiera hecho. Entonces,
se vio reflejado en el espejo y dio un respingo. Los policías no
necesitaron más excusa para abrir fuego.
Federico Montalbán
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