El restaurante era de los buenos. La cena, soberbia. Para mi gusto,
el rodaballo tenía demasiada pimienta pero nada grave. Elegí un anillo
de oro blanco, elegante y discreto, con un pequeño diamante. El estuche
estaba recubierto de un terciopelo azul muy sugerente. Un violinista se
acercó en el momento acordado y tocó “With a Girl Like You” de The
Troggs. Sabía a ciencia cierta que esa canción le gustaba. Ella escuchó
todo lo que le tenía que decir y luego, habló:
Los rendimientos del capital romántico a integrar en la base
imponible del amor son elevados, de eso no hay duda. Aunque, en esto
debo ser sincera, lo cursi es difícilmente deducible. Las actividades
sexuales realizadas y los rendimientos obtenidos, para qué te voy a
engañar, dejan mucho que desear, eso es así. Hay varias exenciones que
se podrían tener en cuenta: no cocinas mal y pareces cariñoso con los
niños. Pero, definitivamente, tu base liquidable es de lo peor que he
conocido. No me queda más remedio que decirte que no.
Dicho lo cual, apuró su copa de cava, echó un último vistazo al anillo y al pequeño diamante y se marchó.
Amigo, dijo el violinista, te ha salido a pagar.
Federico Montalbán
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