Ideas para la despenalización del aborto en Venezuela/ Línea de aborto: 0426-1169496
Por Indira Carpio Olivo/ indiracarpio@gmail.com/ @icarpio/ indiracarpio.blogspot.com
En Venezuela, aproximadamente 6.4% de las adolescentes tuvieron un aborto en 2009, por causas orgánicas o inducidos por embarazo no deseado y la cifra tiende al alza. Es decir, de una población de 2.669.031 (1) adolescentes en el país, más de 150 mil niñas venezolanas interrumpieron su embarazo.
La mortalidad materna más alta de la nación se concentra en las edades comprendidas entre los 12 y los 23 años, con 37.3% de los decesos en esas madres. Sólo en 2009 murieron 144 personas de las edades referenciadas y un total de 397 mujeres durante ese año.
Estas cifras corresponden a los casos tratados y conocidos por las autoridades sanitarias. El resto permanece en la clandestinidad ¿La razón? El aborto es penado con cárcel y aunque no conoce fronteras sociales, afecta mayoritariamente a las mujeres pobres y con menor acceso a la educación.
Según el Ministerio de Salud (a quien se atribuyen todas las cifras anteriores) 1 de cada 3 adolescentes con menos de 9 años de instrucción ha tenido relaciones sexuales, mientras que con 10 años o más de estudios, la proporción se reduce a 1 de cada 100. A pesar de la ilegalidad, todas y todos conocemos a alguna mujer que abortó.
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Luego de tomarse unos cuantos litros de malta caliente y no obtener “resultado”, María Milagros -MM-, de tan sólo 14 años de edad decidió, junto al novio, practicarse un aborto. Fue a casa de una vecina en uno de los barrios más pobres de Caracas. Le dio 400 Bolívares a cambio de su vida. Un gancho de ropa le robaría la sangre suficiente como para matarla.
Ysabel Pérez -YP-, de 25 años de edad, de origen Wayúu acaba de enterarse que está embarazada. Trabaja como niñera para una familia de clase media caraqueña. Tiene miedo de perder su trabajo y está aterrorizada de que su padre se entere. “Me excomulgaría. Ya no podría retornar a casa”. No quiere repetir la historia de su hermana: traer otro ser humano al mundo sin padre. Hace unas llamadas. Llora.
Adriana Castellanos -AC- tiene 22 años de edad. Su hermana mayor (con una niña de 3 años y un aborto reciente en su historial) la lleva a un “médico amigo”. El confesionario donde expiará sus culpas le costará 3 mil 500 bolívares. Allí no sólo abortará, sino que se contaminará con una gasa sucia dejada en su interior, producto de los nervios del galeno. Esta niña de clase media alta será recibida a golpes por su novio y por un futuro incierto y casi seguro, de vuelta al infierno.
Las tres muchachas anteriores saben que el aborto es ilegal. Las tres ponen en riesgo sus vidas a cambio de un futuro diferente. Las tres engrosan las estadísticas ocultas del aborto en Venezuela y forman parte de los numeritos mundiales, en los que se calcula la muerte de una mujer cada minuto a causa de complicaciones asociadas al embarazo.
“Se estima que, en el mundo, anualmente se practican 50 millones de abortos, de los cuales, 20 millones son realizados en condiciones inseguras con cifras de mortalidad materna de 70.000 mujeres”. (2)
MM no sabía que, a pesar de su ilegalidad, un médico no podía negarse a atenderla y que además tienen prohibido denunciar a las mujeres que abortan. Tampoco podían obligarla a delatar a Carlos, su primer y único hombre, a quien sin saberlo le corresponderían de 6 a 12 años de prisión. (3) MM desconocía que lo único que estaba obligada a decir era su nombre.
Él no quería ser padre todavía. Apenas tenía 17 años de vida. Ella tenía miedo del suyo, de su padre. No quería parecerse a las otras niñas de su barrio, pero sobre todo no quería perder a Carlos. Aunque, los médicos que practicaran un aborto a una mujer -sin riesgos para parir- puedan llegar a tener hasta 6 años de prisión, según el Código Penal Venezolano (4), están obligados a salvar su vida. MM murió sin poder teñir de rojo las sábanas del Hospital General Domingo Luciani.
Si hubiese sobrevivido podía haberse enfrentado a un juicio en el que se le acusase de delito doloso y se le llevase a una correccional, en la que seguro saldría una y otra vez embarazada y una y otra vez expuesta a la muerte. Pues aquella que practicase un aborto intencional “valiéndose para ello de medios empleados por ella misma o por un tercero, con su consentimiento, será castigada con prisión de 6 meses a 2 años”, sino muere claro. (5)
Las mujeres siempre perdemos con un embarazo no deseado, bien sea por el simple hecho de no quererlo, o por procrear sin ánimos de criar a una persona, por abortar e ir presa, o por morir en el intento. Las mujeres pobres corren mayores riesgos, debido a que no tienen para pagar una intervención quirúrgica clandestina y recurren a medios “naturales” como bebedizos y la penetración de objetos punzantes en su interior.
YP llamó por teléfono a una de sus parientes en la capital. Le pidió jurar que no le diría a su padre. Después de la promesa, aquella le dio el nombre de una pastilla que le ayudaría a botar todo lo que viviese en su vientre: Cytotec o misoprostol.
En seguida, la wuayúu empezó a deambular de farmacia en farmacia para conseguir la capsulita que acabaría con sus preocupaciones. La pastilla en cuestión sólo puede ser despachada con récipe médico, por lo que el objetivo ahora era falsificar uno, o solicitar a otro “médico amigo” el favor de su firma.
La clandestinidad que gira en torno al aborto es todo un negocio. Una práctica puede salir entre 3.500 y 5.000 Bolívares, casi el costo de un parto normal en una clínica privada. De otra manera, la mujer que quiere abortar debe tomar 12 pastillas y cada Cytotec cuesta 100 Bolívares. 1.200 de los grandes en total, sin contar los analgésicos, la dieta alimentaria y los días de trabajo perdidos para mujeres generalmente pobres, triplemente discriminadas.
Pero, el mayor de los costos es la vida. Una mujer que interrumpa su embarazo antes de cumplir las 22 semanas, por personas que carecen del entrenamiento necesario y en condiciones no sanitarias, están propensas a un aborto inseguro, que en el mejor de los casos deja lesiones internas o estéril a la “paciente”.
Debido al riesgo de morir que comporta un aborto inseguro podríamos equiparar, salvando las diferencias, el aborto al suicidio. Es decir abortar sería un suicidio social. Entonces ¿por qué si los religiosos están en contra de los suicidios, no militan para regular estas prácticas médicas y despenalizarlas para disminuir las muertes? Acaso sino las combatimos ¿somos cómplices, promotores, asesinos? “Lo bueno -digamos- es no tener miedo de morir y tener miedo -en cambio- de matar”. (6)
AC al igual que un porcentaje desconocido de la población femenina joven, sufre la violencia de género. Su novio, que la golpeaba antes de saber su estado de gravidez, ahora la maltrata por practicarse un aborto.
Los padres de AC ignoran los detalles sobre su vida. No saben que fuma marihuana, que se escapa de sus clases de educación preescolar para flirtear con sus amigos y desquitarse de su novio, lo que se convierte en un espiral de violencia cuando el amado se entera. Tampoco saben que tiene relaciones sexuales con tirios y troyanos, sin más cuidado que el ritmo.
Los padres de AC se preocupan por los comentarios de los vecinos y se enteran de una que otra cosa en los encuentros familiares, en los que la hermana mayor -celosa- advierte que “Adriana es una mosquita muerta”.
AC patalea, gimotea y finge candidez ante sus padres, mantiene la respiración en un intento fatuo de ocultar una panza que ni siquiera tiene y mancha con salsa de tomate las toallas sanitarias del primer mes. Nuestra Ligia Elena sabe que la cagó. “A papi no le gustan los negros. Imagínense tener uno nieto negro”.
La familia venezolana, todavía atravesada por la religión, considera un pecado mortal el aborto. La Conferencia Episcopal, guía espiritual de una buena parte de la nación sostiene que “la despenalización del aborto provocado significaría el abandono de un valor ético fundamental en todo ordenamiento jurídico y en toda convivencia social” (7). A lo que los padres de AC responden: Amén.
Pero hay una cuarta mujer. Es aquella que por planificación familiar decide abortar. Y una quinta: la que, dueña de su cuerpo, decide no tener hijos o si queda embarazada abortar, porque se sabe dueña de si y de su historia, se opone al manoseo de su cuerpo por el Estado y la Iglesia. Aunque para estas 2 personas persisten casi siempre los mismos riesgos.
Cuando decimos “casi siempre”, es porque desde hace un mes, Venezuela cuenta con la Línea Aborto Información Segura: 0426-1169496, que aunque no promueve el aborto, ofrece información especializada a la persona que llame para interrumpir, de manera segura, embarazos no deseados.
Asimismo, las mujeres tienen otras opciones. En la página www.necesitoabortar.com un médico especialista realizará un test a la visitante, interesada en la planificación de su vientre, en el que como resultado indicará el tipo de tratamiento o recomendación, según sea el caso consultado.
Para quienes no están seguros de su método anticonceptivo o simplemente olvidaron usarlo, existe la opción de tomar la pastilla del día después, una alternativa que comporta sus riesgos y que debe ser usada con responsabilidad, cuidado y consultada al médico.
El condón sigue siendo el método más seguro de protección. No sólo evita un embarazo no deseado, sino que aleja a las personas de enfermedades de transmisión sexual.
YP finalmente recurrió a un médico antes de tomar las Cytotec. El doctor descubrió que el feto estaba muerto y que la wuayúu tenía el Virus del Papiloma Humano, una enfermedad altamente contagiosa y degenerativa del órgano de reproducción femenino.
La falta de educación sexual en los diferentes medios de socialización humana tributa a enfermedades, a la muerte, a la sobrepoblación, a la infelicidad y esto a su vez a la violencia, a las guerras, a la reproducción de la mano de obra que mantiene al capitalismo. Quienes comandan el capital se hacen los conservadores y por medio de su bastión moral -la iglesia- censuran el aborto, y a través de su bastión político -el Estado- sancionan las leyes que lo penalizan.
Revelador (8)
En Venezuela, 1 de cada 3 adolescentes ha tenido relaciones sexuales. 1 de cada 5 mujeres menor de 20 años ya ha tenido la experiencia de ser madre; 3 de cada 5 adolescentes entre 18 y 19 años son madres de uno y más hijos. 1 de cada 5 adolescentes conoce su período fértil. 3 a 4 de cada 10 adolescentes tienen un segundo embarazo entre 8 y 10 meses, después del primer hijo.
Para el 2000 se incrementaron las infecciones de transmisión sexual en 20% de los casos, el VIH- SIDA en 1.38% de los casos y el cáncer de cuello uterino.
9 de cada 10 adolescentes conoce los métodos anticonceptivos, 8 revela haberlos usado. 2 de cada 5 de las casadas o unidas y 1 de cada 3 mujeres sexualmente activas tiene información sobre la prevención, pero sólo 1 de cada 10 los emplea actualmente.
El uso de anticonceptivos es mas frecuente en el Área Metropolitana de Caracas, en las mujeres de menor nivel educativo, en las pobres y en las que ya son madres.
Aborto latino
En América Latina, sólo Cuba (1965), Puerto Rico (1973) y México (2007) asumen como legales el aborto. En territorio de Filiberto Ojeda hasta las menores de edad boricuas tienen derecho a interrumpir su embarazo con consentimiento del Estado, en cualquier período de gestación. En la mayor de las antillas sólo se permite el aborto hasta las 12 semanas de embarazo y después de esa fecha según razones médicas. En México, las mujeres pueden abortar sólo en la capital, en el Distrito Federal.
Para 2008, en Brasil se realizaron cerca de 1.040.000 intervenciones, según su ministro de Salud para la época, José Gómes Temporao. En Argentina entre 460 y 600 mil anuales, según un estudio de especialistas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y de la Universidad de Buenos Aires. En Chile unos 150 mil, según instituciones médicas y ONG del país de Allende.
En Guatemala venden un medicamento conocido como la vacuna anti-México. Un poderoso anticonceptivo que se aplican las “mojadas”, exclusivo para aquellas mujeres que decidieron perseguir el sueño americano y que saben serán violadas por coyotes y narcoatraficantes en el camino.
En el resto de América Latina se aplican sanciones legales a las mujeres e implicados en el aborto. En la Nicaragua de Sandino, en 2006 se aprobó el aborto terapéutico, siendo derogado un año después a propósito de la presentación de 290 mil firmas en contra de organizaciones evangélicas y católicas.
En la Venezuela bolivariana vuelve a presentarse una carencia, en la que la iglesia tiene la última palabra y no es precisamente: revolución.
Las María ya murieron, no hay vírgenes. Tampoco las preñó el espíritu santo. Han decidido abortar a Jesús. No se aguantan más cruces. Pero para que aprueben la despenalización del aborto en el país de la Revolución parece que necesitarán no sólo un vía crucis más tortuoso, sino un verdadero MILAGRO.
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Para ampliar las informaciones:
(1) Proyecciones de población basadas en el Censo 2001/ Instituto Nacional de Estadística - Dirección de Estadísticas Sociales y Demográficas
(2) PEREZ D'GREGORIO, Rogelio (2008). Prevención del aborto inseguro. Rev Obstet Ginecol Venez, vol.68, no.2, p.71-72. ISSN 0048-7732
(3) Artículo 432 del Código Penal de Venezuela -CPV-, escrito en 1915 y ratificado en los años de la Revolución Bolivariana 2000, 2005 y 2006. Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela No 5.768 del 13 de abril de 2005.
(4) Artículo 431 del CPV
(5) Artículo 430 del CPV
(6) ALBA RICO, Santiago (2006). Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos, p.28. Editorial Hiru, Hondarribia, Gipuzkoa
(7) En: http://www.aporrea.org/ddhh/n62593.html/ Mientras la Conferencia Episcopal Venezolana se manifiesta en contra de la despenalización del aborto, en Argentina el 31 de mayo de 2011 diversas agrupaciones religiosas e iglesias manifestaron su apoyo a la despenalización, a favor de la vida con la consigna “la salud de las mujeres no es pecado ni delito”. Por otra parte, desde 2005 nadie propone en la Asamble Nacional de Venezuela la discusión sobre el tema ¿Qué esperan que lo moquee Maria Corina Machado?
(8) MACURA, Mirna (2010). Embarazo en la adolescencia. Magnitud del Problema. Informe del Ministerio del Poder Popular para la Salud. Programa Nacional de Salud en niñas, niños y adolescentes.
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