Ella es de piedra,
no tiene piedad,
tanto le duele tanto
que no puede morir
Cae y se yergue sólida para volver y revolver
Tramita manos que caven hondo en su oficinista corazón
pero el maldito no atiende a deshoras
Lo obliga la fiereza del cañón
La empuñan los dedos que antes acariciaban su grieta
y bala en mano, horada el centro del medio
Un alarido le recuerda que ahora más nunca está viva
y no muere el que habita
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