martes, 9 de enero de 2018

EL BESO



#GustavKlimt alguna vez confesó que hasta cuando se veía “obligado a escribir una simple carta” experimentaba “angustia y sensación de mareo”. Lo mismo (salvando las distancias) que nosotros cuando pintamos (aunque me embelesa el color).
Cuando el austriaco pintó El beso, se sentía en un agujero negro. Escribiría en una carta: "O soy demasiado viejo, o demasiado nervioso o demasiado estúpido, algo debe estar mal".
Se dice que para pintar El beso dejó crecer las ramitas en su taller, para observarlas en su estado más natural. Y, entonces pudo hacer nacer las del risco, el faralao de flores que tanto molestaba a los detractores de su arte.
Aunque pareciera que la besada está en posición de sumisión, el hecho de que esté visiblemente arrodillada le confiere mayor tamaño que el del hombre, al que no se le ve la cara, una constante en las obras del vienés, dedicadas principalmente a la figura femenina.
El beso responde a la obsesión de Klimt por plasmar el abrazo humano. Y se inscribe en su etapa dorada. El pintor fue hijo de un orfebre y grabador en oro, circunstancia que lo introduce en la delicadeza y la luz. De hecho, usó estaño y oro para la confección de su obra más popular, de incalculable valor.
Al amarillo también debería llamársele Klimt.
Este hombre se permitió diseñar, coser, delinear la naturaleza femenina sin censura y con una sensualidad que para entonces fue considerada pornográfica, y que para el arte ha sido mina.
Klimt sentía placer cuando hacía consciencia de que estaba creando el oro.
Vaya nuestro pequeño homenaje, a un siglo de su adiós, y a los 110 años de la creación del "Der Kuss".
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En la foto, Ernesto y yo encortinados, porque después de mediodía en casa la montaña se empina el sol y hay pequeños rincones entre nosotros por donde Klimt vuelve y nos hinca el pincel como cincel en un cueva.

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miércoles, 3 de enero de 2018

LYDDA





"Venus de Willendorf de la sierra coriana”, la dibujó Ildefonso Finol. Cósimo Mandrillo definió su poesía como una de protesta. “Pero una protesta llevada al límite de su madurez estética”.
Y supo poner acentos donde la tibieza los quitaba: "si la unidad es un sofisma/ si el partido deviene tertulia de burócratas y afines/ si hasta aquí me trajo el río/ entonces tendré que contradecir al río..."
Lydda Franco Farías disparaba una bala por la revolución y otra contra cualquier macho que le pusiera delantal... “ten en cuenta muchacho de las cavernas/ que he ido ganando el der
echo a perder de igual a igual el paraíso”.

Hoy cumple 75 años la mujer (“una mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes”) y yo regreso a casa, la casa en la ventana, desde donde me observa el novio, de donde crecen los lirios y “la lluvia canta afuera su canción”, me mira “la miro con ojos sorprendidos/ y pienso en unas bodas bajo el agua” y que el “novio vegetal me acaricie/ que sienta el perfume silvestre de mis manos/ mi cálida ternura abierta en gajos”.
Lydda fue una garra y en mí encuentra sus fauces, y también la crin del gozo:

mientras dormía me crecieron alas
al principio ni yo misma lo creí
hice cálculos sobre las ventajas y desventajas
de este suceso inesperado
decidí ensayar un vuelo corto
tropecé contra los vidrios de las ventanas
no me di por vencida
llegué a libélula
fui uno que otro pájaro
ave de rapiña
mi ambición no tuvo fronteras
fui escalando
jerarquías hasta agotarlas todas
ahora soy un ángel
y me aburro.

Foto mía, de Ernesto J. Navarro.

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POLVO





Hay quienes afirman que la tierra es plana, una hoja planchada por el peso de los pasos. Todavía hoy, después de las fotos de un planeta curvado por remolinos azules de agua, existe una sociedad secreta que estudia la “planicie”, de un sistema de sedimentos que deambula en la espiral láctea, en la segunda más grande de las galaxias cercanas, justo en el brazo de Orión.
La humanidad se distingue de las estrellas porque las nombra y concede al polvo, historia. La historia del polvo, de los cúmulos y sus movimientos es la historia de las montañas, tanto como de los huesos. Que aunque seamos de data reciente, la curiosidad nos antecede. Somos hijos de la duda, tanto como del polvo.
Esta mañana, durante el segundo sol de nuestro calendario, barrí con sal el polvo de la casa y prendí unas hojas de eucalipto en las esquinas. El tamo, el humo y el horizonte son hermanos. Que aunque la tierra fuera plana, sin la circunferencia de las tetas, sin el bulto debajo del vientre paterno, no hay nombre, no existe, no encuentra ojos, el fuego que da forma a esta o aquella nube, donde mismo el cincel hiere a la piedra.
Hoy hay luna llena y mañana lluvia de meteoros: las Cuadrántidas. Hoy llega mi marido y el polvo se recompone.

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