miércoles, 3 de enero de 2018

POLVO





Hay quienes afirman que la tierra es plana, una hoja planchada por el peso de los pasos. Todavía hoy, después de las fotos de un planeta curvado por remolinos azules de agua, existe una sociedad secreta que estudia la “planicie”, de un sistema de sedimentos que deambula en la espiral láctea, en la segunda más grande de las galaxias cercanas, justo en el brazo de Orión.
La humanidad se distingue de las estrellas porque las nombra y concede al polvo, historia. La historia del polvo, de los cúmulos y sus movimientos es la historia de las montañas, tanto como de los huesos. Que aunque seamos de data reciente, la curiosidad nos antecede. Somos hijos de la duda, tanto como del polvo.
Esta mañana, durante el segundo sol de nuestro calendario, barrí con sal el polvo de la casa y prendí unas hojas de eucalipto en las esquinas. El tamo, el humo y el horizonte son hermanos. Que aunque la tierra fuera plana, sin la circunferencia de las tetas, sin el bulto debajo del vientre paterno, no hay nombre, no existe, no encuentra ojos, el fuego que da forma a esta o aquella nube, donde mismo el cincel hiere a la piedra.
Hoy hay luna llena y mañana lluvia de meteoros: las Cuadrántidas. Hoy llega mi marido y el polvo se recompone.

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