Una nota que escribí hace rato para una Exposición en el Centro de Caracas:
En 2010 una noticia recorría las llamadas redes informativas:
Caracas invade a EE.UU. y resiste a Monsanto. Hace quinientos años
debió ocurrir lo mismo, pero con otro nombre: los indígenas
Caribes, los Caracas resistían a los españoles. Sólo que éste
último antecedente no es ninguna metáfora.
Los caballos y
perros amaestrados, arcabuces, los españoles ataviados y curtidos en
el arte de la guerra no ahogaron el grito de libertad que retumbaba
de las montañas del arco y la flecha. Estas tierras fueron
convertidas -a sangre y fuego- en la capital de la Venezuela mestiza
por ser su naturaleza una muralla para los corsarios. La naturaleza
de Caracas, siempre guerrera, nunca dejó de dar batallas.
Es en esta ciudad,
hace dos siglos, donde la independencia suramericana se acunó. Y
tanto ayer como hoy, Caracas es símbolo de emancipación, con nombre
indígena.
Caracas,
amaranto, bledo, pira, son las denominaciones de una misma
planta que crece en toda la geografía capitalina venezolana (y
alrededor del mundo) y que se constituye en el topónimo de la tribu
que habitaba el valle de la garganta montañosa, ahora llamada con su
nombre original, Waraira Repano.
Se dice que los
mayas y los aztecas adoraban esta planta, una de las más antiguas
del mundo, y la consideraban sagrada. Asimismo los Caribes y los
Caracas.
A la llegada del
imperio europeo quemaron los sembradíos de bledo por considerarlos
contrarios al catolicismo y un medio de autosuficiencia para las
comunidades indígenas.
El cultivo de la
Caracas fue demonizada como "alimento para salvajes". Ese
desprecio de los españoles hacia la cultura indígena es la raíz de
la muy utilizada frase "me importa un bledo".
La también llamada
pira es nutricionalmente una joya, con alto contenido de proteínas
(incluso más que la soya), vitaminas A y C y sales minerales.
Algunos expertos aseguran que podría palear las vaticinadas
hambrunas que están por plagar el mundo (1).
Con las refinadas
formas del capitalismo, la Caracas resistió y ahora resiste al
colonialismo contemporáneo: el transnacional, que amenaza la propia
existencia del planeta.
Uno de sus
representantes ha sido puesto de rodillas por este monte para
salvajes.
Monsanto, la
compañía de transgénicos más grande del mundo recorre toda la
geografía del orbe con uno de sus productos más tóxicos: el
Roundup ready. Pero en 2004, en el propio territorio de EEUU, Caracas
invadió las plantaciones modificadas genéticamente y la corporación
alimentaria no pudo detener la plaga, ni con el más fuerte de
sus plaguicidas (2).
La naturaleza
caraqueña invadía a la más grande de las tiranías.
Caracas, un virus
de libertad, un ejemplo de la sabia pachamama también tiene
apellidos originarios de los caciques guerreros Catia, Macarao,
Caricuao, Antímano, Tiuna, Guaicaipuro, Baruta, Chacao, Catuche,
Paramaconi, Tamanaco, quienes legaron sus nombres a la selva de
cemento que cambió los arcos por los carros -la defensa- y las
flechas por las palabras -la ofensa-.
Así las cosas,
Caracas es un nombre de luchas ancestrales, de fuerza aborigen, del
cual deberíamos estar orgullosos. No obstante ¿es esto así?
Ser caraqueños
Para el experto en
comportamiento humano Erick Rodríguez, los caraqueños no estamos
identificados con las raíces indígenas del nombre de nuestra
ciudad. En su mayoría "no tenemos conciencia de ello". Lo
que ocurrió fue una especie de cimarronaje con un nombre que era
largo, Santiago de León de Caracas, y que se acortó hasta quedar
sólo Caracas.
"Los nombres
otorgan identidad, expresa en una relación de identificación con el
espacio donde estás (...) a ello se le une un conjunto de elementos
de símbolos y modos de comportamientos, lo que le otorga a la
persona un sello. La identidad expresa una forma de estima, de cómo
se identifica la relación de la persona con el espacio como una
expresión de valor, de símbolo, de orgullo, de creencia y de modos
de comportamientos, en sí mismo", explica el psicólogo.
¿Se puede sentir
tan caraqueño una persona de clase media alta del este capitalino,
como una de San Agustín? Eso depende de la interacción con los
símbolos de la metrópolis.
El gentilicio
expresa un sentimiento de pertenencia. "Me llamo así y esto es
mío (...) es la visión de igualdad que se tiene con los otros y el
espacio". Es allí cuando te importa el nombre de la ciudad,
sentimiento que se expresa en "el orgullo" de ser de allí,
de acá. Es una construcción "maleable, que no se hereda, sino
que se construye".
La reconstrucción
de los espacios, la reconfiguración de sus nombres, el rescate de
las tradiciones, de las raíces, permiten una identificación
diferente con la urbe. Sin embargo, es la misma diferencia de clases
la que no posibilita la creación de una identidad colectiva, porque
depende del reconocimiento del prójimo y de los espacios que habita,
su creación.
La identificación
con otros y con los espacios expresa un status. "Yo me siento
identificado con aquello, porque representa una estética y yo debo
estar en armonía con el lugar y con los demás, debo sentirme bien y
poderlo expresar. Esto debe estar unido a la estima (...) lo que
llamamos el espíritu de los espacios".
Caracas es
Caracas y los demás es... Hay un prestigio interno. Estar "en
la capital, en la referencia, una idea que denota la forma asimétrica
de cómo se concebía -en la escala- estar ubicado en el espacio
mejor reconocido, con estatus".
Caracas es "la
cuna de un hombre de referencia histórica, Simón Bolívar, el
Libertador, garantía de la independencia no sólo de Venezuela sino
de la mayor parte de la cabeza del Continente Suramericano".
A pesar de la
identidad el nombre Caracas resistió como símbolo, y no así el
impuesto. El indígena se mantuvo. Para Rodríguez se debió a una
"resistencia pasiva en el idiolecto de las personas".
"Los que no
pertenecían a esa clase hacendada que dominaba el Valle, que no
llamaban a la ciudad con el nombre rimbombante (siempre hemos sido
los más), adoptaron esta forma de contraer el topónimo y hacer más
fácil la comunicación: una forma de resistencia pasiva",
concluye el especialista.
Retomar los
espacios
Los espacios del
Centro de la Caracas se visten a la usanza de nuestros guerreros para
revalorar la esencia indígena de la resistencia, a través de su
gente, su gentilicio.
La sala de usos
múltiples de la Casa de Gobierno de Distrito Capital expone hasta
finales de año "Ni sumisión, ni rendición", una muestra
pictórica y fotográfica que honra la histórica rebeldía de los
pueblos originarios en Venezuela, ante las amenazas y acciones de
dominación, desde el 12 de octubre de 1492 hasta nuestros días.
En la exhibición se
relata esta historia en seis tiempos: Símbolos que resisten; Eran
flechas contra balas; Guaicaipuro: guerrero insumiso; ¿Sierra
grande, o tierra de dantas?; En defensa de las tradiciones;
Resignificación de una fecha; y Legado inmortal.
"Todo nos lleva
al origen, donde se podrá admirar diversos símbolos de una lucha
por la dignidad", nos dice el organizador de la exposición
Reinaldo González.
El joven periodista
puntualiza su trabajo como uno dedicado al “mes de la resistencia,
pero una en todos los sentidos, lingüística, de sus tradiciones,
para hablar de la masacre, el genocidio de los españoles en
América".
En muestras
anteriores, Caracas se celebraba con la foto de Diego de Losada, el
escudo de armas de los invasores, la cuadrícula colonial. Pero en
Revolución todo se discute y "es así como enfrentamos estas
dos realidades. Donde estaba el retrato del imperialista, al frente
levantamos a Guaicaipuro; donde estaba el símbolo de la guerra, lo
desafían los petroglifos. No podemos legitimar culturalmente la
imposición, el ultraje", añade González.
Un pedestal especial
en nuestra ciudad se encuentra en plena Plaza Venezuela, en la que
unas bolsas negras visten a dos antiguas acompañantes del Colón en
el Golfo triste. Recuerde, en esta muestra, cómo simbólicamente se
juzgó y bajó de las alturas el representante de uno de los
genocidios más atroces de la historia.
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Según el
diccionario de la Real Academia de la Lengua (lengua y diccionario
que por cierto nos fueron impuestos) resumen en una frase el objetivo
de la transformación que debemos trocar para poder construir una
identidad colectiva. Cambiar: Modificarse la apariencia, condición o
comportamiento.
Los caraqueños como
las semillas de la pira deben cosecharse y resistir la embestida
propia y ajena para poder dar frutos.
¡Vaya tarea! Y
¡Bienvenida!
Si
me importa un bledo