Por Luis Britto García
1
Lo traicionan, lo abandonan, lo capturan, los sacerdotes lo condenan, el
jefe del ejército de ocupación manda
ejecutar la sentencia, las
turbas animan a los verdugos que lo clavan
de un madero, ahí expira llamando a un Padre que nunca viene. Apenas lo lloran una enamorada y una madre.
Después, dispersos fieles que viven en comunidad, más tarde un imperio, al fin
más de la tercera parte de la humanidad clama por un Hijo que venga a librarlos
de la traición, del dolor, de la muerte.
2
Ay, balazo, dicen que grita al caer de la mula, herido por asesinos que
lo emboscan. Ay, Cumaná. Ay, Ayacucho.
Ay, América. Al golpear el suelo ya no es más que muerte, pero pasan dos siglos
y los países cuya independencia selló en esa meseta llamada Rincón de los
Muertos alientan, crecen, esperan.
3
Él sabe que va a
morir, arde en
fiebre, delira. Casi todos lo abandonan. Hasta la vida se le va. Un
médico sin título le diagnostica tisis sin esperanza. Aquellos a
quienes condujo a independizar la Cuarta Parte del Mundo
despedazan su Patria Grande en republiquitas. Todo lo ha dado y a cambio ha
recibido sólo un título honroso y un pasaporte al exilio. De su inmensa fortuna
no queda ni una camisa limpia para enterrarlo. Lo único que puede dar es el
perdón y lo otorga generosamente. Dos siglos más tarde las fragmentadas
republiquitas se reconocen como Patria Grande.
4
A la voz de “Tierra y hombres libres” levanta ejércitos de la nada, encabeza
un torrente de ira, vence la batalla decisiva contra la oligarquía.
Cuando se prepara a destruirla, inspecciona
trincheras sin otra escolta que el más vanidoso y más ambicioso de sus
oficiales. Un balazo tan certero que debe haber sido disparado de cerca le
vuela la cabeza. Esconden su cuerpo exánime pero no su recuerdo. Pasan
demasiados años y su tierra florece en fundos comunales que llevan su nombre.
5
Este
es un pequeño y frágil poeta que consigna en la última carta a su hermano su deber de
“impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las
Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras
tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. Un día después
en su primer combate cae muerto de tres
balazos. Cuatro años más tarde Estados Unidos interrumpe la Guerra de Independencia e
instaura un protectorado sobre Cuba. Medio siglo después y por siempre Cuba se
convierte en Territorio Libre de América.
6
Este
fue peón y domador de caballos y agrarista y
entregó a los campesinos las tierras comunales de la Villa de Ayala. Peleó
victoriosamente contra tres presidentes; de frente nadie le pudo; un tal
Guajardo le ofrece pasarse para la Revolución y entregarle un parque y en cuanto lo
tiene a tiro lo acribilla en traicionera emboscada. Nadie cree que ha muerto.
Zapata vive. Viva Zapata. Pregunte en Anenehuilco.
7
Lo rastrean con
foto sensible al calor tomada por aviones espías gringos,
lo persiguen, lo abalean en la pierna,
le caen a culatazos, lo arrastran hasta un rancho, lo dejan para que
siga desangrándose. Es un preso infinitamente más grande que sus
captores. Batalló y venció en tres frentes, y en la geografía infinita
de la
idea. Mientras aliente, es un peligro.
Un voluntario le descerraja unos tiros. Después le cortan las manos.
Cinco
décadas después la tierra que regó con su sangre se subleva
democráticamente y
domina sus recursos naturales.
8
La entrega al pueblo atrae la muerte como la cumbre al rayo. Aquel cae en emboscada de los Somozas, el otro en
París pidiéndole a España que aparte de él este cáliz. El otro es asesinado en La Moneda mientras defiende
con metralleta que no sabe manejar el voto con el que el pueblo lo hizo
Presidente ¿Quién contará las estrellas o los que se fueron a pesar de que debían
seguir alumbrándonos? Toda muerte es prematura. Nuestra vocación es la
eternidad. La talla de quien nos deja se mide por la tarea que nos lega. Quien
muere por la justicia al tercer día resucita en su obra.
Que verbo tan certero y a la vez poético de sangre y verdad. Que grande es mi tocayo Britto
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