Por
Indira Carpio Olivo
[Papel]
Se dobló tanto como pudo hasta volverse aeroplano. Su pico alzó
vuelo. Una vez mojado y atlántico se deshizo.
[Sayona]
Sus cabellos, menos largos que su llanto. La acompaña su grieta y la
sangre. El puñal en su mano se lamenta y mece al recién nacido.
[Silbón]
El soplido de su canto crispó la oscurana. Carreteó un armatoste de
huesos muertos a quien mentaba padre. Maldito, se escucha cerca
cuando lejos está y remoto cuando se halla en el cogote.
[Ciencia]
La lámpara se cayó y encendió la casa. Su karma: no reconocer que
“Hágase la luz” lo dijo Alba Edison.
[Óbito]
Ella llovía toda una noche. Amaneció ahogada flotanto en una
paraguas.
[Escritora]
Ese artículo la estaba volviendo loca y finalmente las letras le
hicieron una camisa de fuerza.
[Democracia]
La palabra le pesaba. La probó, la aprobó y la echó en el saco.
[Sin
techo] No hacía nada más que pensar en convertibles hasta que de
tanto imaginar su cerebro se hizo descapotable.
[Flor]
He salido a escribir y la palabra me dejó plantada
[Madre
soltera] La soledad me espía y he decidido jugar con ella. Por
momentos me amamanta y me odia, me fecunda y me abandona.
[Periodista]
Tu lengua sudada se quedó sin saliva. Hizo montañas de sal hasta
que te volviste una llaga.
[Fuego]
Murieron en sus manos América y Esperanza. Ahora partea a Volcán,
primogénito de Penélope, fecundada por una banca incinerada.
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