lunes, 13 de abril de 2015

Gastronauta 28: Mi mate con Galeano

En un momento de euforia periodística pude yo conversar con algunos grandes para mí.
También estuve a punto de concretar conversaciones con Correa y con el Pepe Mujica. Sin embargo, después de insistir hasta cierto punto, no las empeciné. Eran hombres de la circunstancia. Me quedé con sus teléfonos y la conjura esa del pudohabersido.
Pero con Galeano, fui obstinada. Él era-es un árbol madre. Le escribí, lo llamé, le mandé a decir, lo cacé. Y nada.
Incluso fui a Montevideo y me senté en su silla en el café Brasilero, a ver si se me pegaba algo. Cosa de loca.
Tampoco lo hallé en alguna Feria del libro. Y hubo quien mostrara su foto junto las canas ceniza de ese fueguito que ardía a pesar, o será más bien debido, al humo en sus pulmones.
Es Galeano responsable de que yo quiera escribirlo todo. De que para mí esta realidad sea una tarea que no copié completo.
Qué extraña ansiedad esa de querer presenciarlo me sostuvo durante un tiempo, como si el hombre fuera su carne.
Será porque sé que una no termina por ser eso que es una extensión de nuestras extremidades (mano y lengua, para escribir y decir, en este caso), y que en los ojos una aprieta el alma de ese que se presenta en frente como un espejo.
Ahora mismo, le cebo un mate, así como mi madre le pone agua a José Gregorio Hernández, o Ernesto cocuy a San Benito.


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