“Comience por deshilachar los sentidos ácidos de su camiseta. Lama
pausadamente cada rincón de sus decencias y absorba todas las fragancias
hasta que el decoro se convierta en caramelo y la lluvia acompase sus
latidos. Aderezca su piel con feromonas y transporte esa música a lo
largo de su cuello, su torso y espalda. Nutra su mirada de espejos
desenfocados; y cuando desde el campanario la acústica de su matriz
implore a los feligreses atención, añada tres cucharadas soperas de
libidinosa tempestad. Continúe palpando espontáneamente sus entrañas
sin dejar de remover los vapores que exhale. Sobretodo, no respete los
consejos y apague el telediario. Ríase del porno tradicional mientras
canta una nana, un irrintzi, un gregoriano, o lo que usted prefiera.
Recomendamos comerse la boina y quitarse el chocolate de las uñas, para
disminuir la hiperventilación y no agitar a las vecinas que riegan sus
atardeceres. Con sus manos amase el flujo sanguíneo, suba el volumen,
arañe la almohada, nivele la presión del agua y espolvoree sus mamas.
Maúlle, brinque, escriba un par de poemas e invente dragones sin
espinas. No olvide rociarse con jengibre y contornear ilustraciones
labiales hasta que su pelvis rezume una sonrisa ancha. Repítalo al menos
una vez por semana, antes de que la sopa se enfríe y a los ladridos se
los lleve la corriente”.
Por Itsasne Gaubeca: "Instrucciones para masturbarse".
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