lunes, 7 de abril de 2014

Muerte chiquita

“Comience por deshilachar los sentidos ácidos de su camiseta. Lama pausadamente cada rincón de sus decencias y absorba todas las fragancias hasta que el decoro se convierta en caramelo y la lluvia acompase sus latidos. Aderezca su piel con feromonas y transporte esa música a lo largo de su cuello, su torso y espalda. Nutra su mirada de espejos desenfocados; y cuando desde el campanario la acústica de su matriz implore a los feligreses atención, añada tres cucharadas soperas de libidinosa tempestad. Continúe palpando espontáneamente sus entrañas sin dejar de remover los vapores que exhale. Sobretodo, no respete los consejos y apague el telediario. Ríase del porno tradicional mientras canta una nana, un irrintzi, un gregoriano, o lo que usted prefiera. Recomendamos comerse la boina y quitarse el chocolate de las uñas, para disminuir la hiperventilación y no agitar a las vecinas que riegan sus atardeceres. Con sus manos amase el flujo sanguíneo, suba el volumen, arañe la almohada, nivele la presión del agua y espolvoree sus mamas. Maúlle, brinque, escriba un par de poemas e invente dragones sin espinas. No olvide rociarse con jengibre y contornear ilustraciones labiales hasta que su pelvis rezume una sonrisa ancha. Repítalo al menos una vez por semana, antes de que la sopa se enfríe y a los ladridos se los lleve la corriente”.

Por Itsasne Gaubeca: "Instrucciones para masturbarse".


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