martes, 18 de diciembre de 2012

La balada de la masturbadora solitaria


Al final de la aventura siempre está la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaloso,
desde la tribu de mí misma, mi aliento
encuentra que te has ido. Escandalizo
a los que me observan. Me alimentan.
Por la noche, a solas, me caso con la cama.

Dedo a dedo, ahora la hago mía.
No está muy lejos. Sale a mi encuentro.
La sacudo como a una campana. Me reclino
sobre el diván donde tú la montabas.
Tú me tomaste prestada sobre el edredón floreado.
Por la noche, a solas, me caso con la cama.

Tomemos por ejemplo esta noche, amor mío,
cuando cada pareja se entrelaza
con una unión estrambótica, por debajo, por encima,
los dos abundantes de esponjas y plumas,
arrodillados y jadeantes, cabeza a cabeza.
Por la noche, a solas, me caso con la cama.

De esta manera mi cuerpo se libera,
un milagro irritante. ¿Debo poner entonces
la tienda de los sueños en venta?
Ahora estoy con las piernas abiertas. Me crucifico.
Mi pequeña ciruela, cómo la sueles llamar.
Por la noche, a solas, me caso con la cama.

Entonces fue cuando mi rival de ojos negros apareció.
La dama de las aguas, se levantó sobre la playa,
tocando el piano, con vergüenza
en sus labios y un discurso de flautista.
Y yo en cambio era la escoba que sólo llegaba a las rodillas.
Por la noche, a solas, me caso con la cama.

Ella te tomó como toma una mujer
un vestido en promoción de la vitrina
y yo me resquebrajé como se resquebraja una roca.
Te regreso tus libros y tu vara de pescar.
Los periódicos anunciaron hoy tu boda.
Por la noche, a solas, me caso con la cama.

Los muchachos y muchachas son uno esta noche.
Ellos desabrochan las blusas. Ellas bajan las cremalleras.
Ellos se quitan los zapatos. Ellas apagan la luz.
Las criaturas relucientes están llenas de mentiras.
Se comen el uno al otro. Hasta quedar satisfechos.
Por la noche, a solas, me caso con la cama
 
 
 

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