Cuando estar arriba es garantía para pisar el infierno
una hipoteca para canjear poesía por sexo,
bocados por votos,
pueblo por ciudadanía,
felicidad por satisfacción,
para transitar las calles de estas cuatro paredes con una soledad
estadística,
la cólera.
Tendido
enciendes el espectáculo matinal
y mueres control en mano
en una losa de vellos que abrasa las llagas.
En la vitrina para el mercado
se resbala un poco de gomina más arriba de la frente
y saliva el índice (los otros dedos disienten, la resaca moral),
elige: compras o vendes papeletas.
Tú, sonríes ausente
no diste con la manzana en tu cabeza
y la bala que brotó de la urna cerró aquella ceremonia en la que
preferiste a un autómata,
tu verdugo.
Sadomasoquismo |
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