jueves, 26 de septiembre de 2013

3 cuerpos (reseña)

Más abajo del ombligo reposa el tercero, un triángulo a veces cóncavo, a veces lanza, a veces escudo, una serpiente de tres cabezas que aterroriza a este pueblo pequeño, llamado mundo.
El trino repta desnudo y nos tiende en la cuerda para secarnos al sol, también nos suda bajo la lluvia y es él vapor de agua. Nos eleva para dejarnos caer frente al espejo caleidoscópico.
Soñamos con él y nos define: primero, segundo y uno.
Los 3 cuerpos de este tridente, conforman las horquillas de un demonio de dos cuernos, llamado sociedad.
Busque usted, en su retrato, cuando le dijeron "las niñas van de rosa, los niños de azul", una frase limosna que pretende invisibilizar a nuestro prometeo postmoderno, de quien se dijo "eso no se toca".
Esta muestra blanco y negro levanta el puño de los grises y nos empina una botella de vino recién salida de la heladera, a la salud del tercero de calor infierno.
Aquel cuerpo de pliegues plomizos en el que el cabello se atreve a brotar y a urdir la flor de estambre y pistilo, nos abre las piernas y entramos con gusto de la mano (de la lente deberíamos decir) de Mery Arias.
Ella devuelve la vida a los asesinos convertidos en jueces, cuyo crimen se resume en una venda de parra en los ojos.
La lente de Mery Arias es una provocación salada que se nutrió de las orillas del Caribe. Un reto que nos desnuda la moral y las convenciones. No se fíe, ella puede envolvernos dulcemente y de inmediato lanzarnos al piso de las percepciones.
Si siente que una lengua le recorre el cuello, mejor no piense%85 voltéese con cuidado o deje caer su ropa por un ojo que nos despoja de colores y nos recuerda la mirada primitiva, el amor antes del technicolor y después de las sombras.
Un cuerpo, tres cuerpos, de todos modos como dice el poeta "el gusano roerá tu piel, como un remordimiento". Heredaremos si, el olor a la madera de nuestra última morada, tablas donde añejamos aquel tinto frío.

Indira Carpio Olivo y Ernesto J. Navarro
Palabreros, amantes y amigos de Mery

Por Mery Arias


Discurso de José "Pepe" Mujica, en la ONU Septiembre 2013

Señor Presidente,

Soy del SUR, vengo del SUR. Esquina del Atlántico y el Plata. Mi país es una penillanura suave, templada y pecuaria. Su historia es de puertos, cueros, tasajo, lanas y carne. Tuvo décadas púrpuras de lanzas y caballos hasta que por fin, al arrancar el siglo 20 se puso a ser vanguardia en lo social, en el Estado y la enseñanza. Diría: la social democracia se inventó en el Uruguay. Por casi 50 años el Mundo nos vio como una Suiza, en realidad fuimos hijuelos bastardos del Imperio Británico, y cuando éste sucumbió “vivimos” las mieles amargas de términos de intercambio funestos y quedamos estancados añorando el pasado. Pasamos 50 años recordando Maracaná casi sin crecer. Hoy hemos resurgido en este Mundo Globalizado, aprendiendo de nuestro dolor. Mi historia personal: la de un muchacho que como otros quiso cambiar su época y su Mundo tras el sueño de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores: son hijos de mi tiempo, los asumo pero hay veces que me grito: “Quién tuviera la fuerza de cuando abrevábamos tanta Utopía!!!!



viernes, 13 de septiembre de 2013

Caracas, más que un nombre


Una nota que escribí hace rato para una Exposición en el Centro de Caracas:

En 2010 una noticia recorría las llamadas redes informativas: Caracas invade a EE.UU. y resiste a Monsanto. Hace quinientos años debió ocurrir lo mismo, pero con otro nombre: los indígenas Caribes, los Caracas resistían a los españoles. Sólo que éste último antecedente no es ninguna metáfora.
Los caballos y perros amaestrados, arcabuces, los españoles ataviados y curtidos en el arte de la guerra no ahogaron el grito de libertad que retumbaba de las montañas del arco y la flecha. Estas tierras fueron convertidas -a sangre y fuego- en la capital de la Venezuela mestiza por ser su naturaleza una muralla para los corsarios. La naturaleza de Caracas, siempre guerrera, nunca dejó de dar batallas.
Es en esta ciudad, hace dos siglos, donde la independencia suramericana se acunó. Y tanto ayer como hoy, Caracas es símbolo de emancipación, con nombre indígena.

Caracas, amaranto, bledo, pira, son las denominaciones de una misma planta que crece en toda la geografía capitalina venezolana (y alrededor del mundo) y que se constituye en el topónimo de la tribu que habitaba el valle de la garganta montañosa, ahora llamada con su nombre original, Waraira Repano.
Se dice que los mayas y los aztecas adoraban esta planta, una de las más antiguas del mundo, y la consideraban sagrada. Asimismo los Caribes y los Caracas.
A la llegada del imperio europeo quemaron los sembradíos de bledo por considerarlos contrarios al catolicismo y un medio de autosuficiencia para las comunidades indígenas.
El cultivo de la Caracas fue demonizada como "alimento para salvajes". Ese desprecio de los españoles hacia la cultura indígena es la raíz de la muy utilizada frase "me importa un bledo".
La también llamada pira es nutricionalmente una joya, con alto contenido de proteínas (incluso más que la soya), vitaminas A y C y sales minerales. Algunos expertos aseguran que podría palear las vaticinadas hambrunas que están por plagar el mundo (1).
Con las refinadas formas del capitalismo, la Caracas resistió y ahora resiste al colonialismo contemporáneo: el transnacional, que amenaza la propia existencia del planeta.
Uno de sus representantes ha sido puesto de rodillas por este monte para salvajes.
Monsanto, la compañía de transgénicos más grande del mundo recorre toda la geografía del orbe con uno de sus productos más tóxicos: el Roundup ready. Pero en 2004, en el propio territorio de EEUU, Caracas invadió las plantaciones modificadas genéticamente y la corporación alimentaria no pudo detener la plaga, ni con el más fuerte de sus plaguicidas (2).
La naturaleza caraqueña invadía a la más grande de las tiranías.

Caracas, un virus de libertad, un ejemplo de la sabia pachamama también tiene apellidos originarios de los caciques guerreros Catia, Macarao, Caricuao, Antímano, Tiuna, Guaicaipuro, Baruta, Chacao, Catuche, Paramaconi, Tamanaco, quienes legaron sus nombres a la selva de cemento que cambió los arcos por los carros -la defensa- y las flechas por las palabras -la ofensa-.

Así las cosas, Caracas es un nombre de luchas ancestrales, de fuerza aborigen, del cual deberíamos estar orgullosos. No obstante ¿es esto así?

Ser caraqueños
Para el experto en comportamiento humano Erick Rodríguez, los caraqueños no estamos identificados con las raíces indígenas del nombre de nuestra ciudad. En su mayoría "no tenemos conciencia de ello". Lo que ocurrió fue una especie de cimarronaje con un nombre que era largo, Santiago de León de Caracas, y que se acortó hasta quedar sólo Caracas.
"Los nombres otorgan identidad, expresa en una relación de identificación con el espacio donde estás (...) a ello se le une un conjunto de elementos de símbolos y modos de comportamientos, lo que le otorga a la persona un sello. La identidad expresa una forma de estima, de cómo se identifica la relación de la persona con el espacio como una expresión de valor, de símbolo, de orgullo, de creencia y de modos de comportamientos, en sí mismo", explica el psicólogo.
¿Se puede sentir tan caraqueño una persona de clase media alta del este capitalino, como una de San Agustín? Eso depende de la interacción con los símbolos de la metrópolis.
El gentilicio expresa un sentimiento de pertenencia. "Me llamo así y esto es mío (...) es la visión de igualdad que se tiene con los otros y el espacio". Es allí cuando te importa el nombre de la ciudad, sentimiento que se expresa en "el orgullo" de ser de allí, de acá. Es una construcción "maleable, que no se hereda, sino que se construye".
La reconstrucción de los espacios, la reconfiguración de sus nombres, el rescate de las tradiciones, de las raíces, permiten una identificación diferente con la urbe. Sin embargo, es la misma diferencia de clases la que no posibilita la creación de una identidad colectiva, porque depende del reconocimiento del prójimo y de los espacios que habita, su creación.
La identificación con otros y con los espacios expresa un status. "Yo me siento identificado con aquello, porque representa una estética y yo debo estar en armonía con el lugar y con los demás, debo sentirme bien y poderlo expresar. Esto debe estar unido a la estima (...) lo que llamamos el espíritu de los espacios".

Caracas es Caracas y los demás es... Hay un prestigio interno. Estar "en la capital, en la referencia, una idea que denota la forma asimétrica de cómo se concebía -en la escala- estar ubicado en el espacio mejor reconocido, con estatus".
Caracas es "la cuna de un hombre de referencia histórica, Simón Bolívar, el Libertador, garantía de la independencia no sólo de Venezuela sino de la mayor parte de la cabeza del Continente Suramericano".
A pesar de la identidad el nombre Caracas resistió como símbolo, y no así el impuesto. El indígena se mantuvo. Para Rodríguez se debió a una "resistencia pasiva en el idiolecto de las personas".
"Los que no pertenecían a esa clase hacendada que dominaba el Valle, que no llamaban a la ciudad con el nombre rimbombante (siempre hemos sido los más), adoptaron esta forma de contraer el topónimo y hacer más fácil la comunicación: una forma de resistencia pasiva", concluye el especialista.

Retomar los espacios
Los espacios del Centro de la Caracas se visten a la usanza de nuestros guerreros para revalorar la esencia indígena de la resistencia, a través de su gente, su gentilicio.
La sala de usos múltiples de la Casa de Gobierno de Distrito Capital expone hasta finales de año "Ni sumisión, ni rendición", una muestra pictórica y fotográfica que honra la histórica rebeldía de los pueblos originarios en Venezuela, ante las amenazas y acciones de dominación, desde el 12 de octubre de 1492 hasta nuestros días.
En la exhibición se relata esta historia en seis tiempos: Símbolos que resisten; Eran flechas contra balas; Guaicaipuro: guerrero insumiso; ¿Sierra grande, o tierra de dantas?; En defensa de las tradiciones; Resignificación de una fecha; y Legado inmortal.
"Todo nos lleva al origen, donde se podrá admirar diversos símbolos de una lucha por la dignidad", nos dice el organizador de la exposición Reinaldo González.
El joven periodista puntualiza su trabajo como uno dedicado al “mes de la resistencia, pero una en todos los sentidos, lingüística, de sus tradiciones, para hablar de la masacre, el genocidio de los españoles en América".
En muestras anteriores, Caracas se celebraba con la foto de Diego de Losada, el escudo de armas de los invasores, la cuadrícula colonial. Pero en Revolución todo se discute y "es así como enfrentamos estas dos realidades. Donde estaba el retrato del imperialista, al frente levantamos a Guaicaipuro; donde estaba el símbolo de la guerra, lo desafían los petroglifos. No podemos legitimar culturalmente la imposición, el ultraje", añade González.
Un pedestal especial en nuestra ciudad se encuentra en plena Plaza Venezuela, en la que unas bolsas negras visten a dos antiguas acompañantes del Colón en el Golfo triste. Recuerde, en esta muestra, cómo simbólicamente se juzgó y bajó de las alturas el representante de uno de los genocidios más atroces de la historia.
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Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (lengua y diccionario que por cierto nos fueron impuestos) resumen en una frase el objetivo de la transformación que debemos trocar para poder construir una identidad colectiva. Cambiar: Modificarse la apariencia, condición o comportamiento.

Los caraqueños como las semillas de la pira deben cosecharse y resistir la embestida propia y ajena para poder dar frutos.

¡Vaya tarea! Y ¡Bienvenida!

Si me importa un bledo
2. David contra Goliat: el amaranto, pira, bledo, hierba Caracas, kiwicha, contra Monsanto http://ethernithas.org.ve/2010/05/17/david-contra-goliat-el-amaranto-pira-bledo-hierba-caracas-kiwicha-contra-monsanto/